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CICLISMO — Vuelta a España

Duelo al sol por el rojo

Los jueces le dieron el liderato a Antón al anular las bonificaciones a un indignado «Purito»

J. GÓMEZ PEÑA

Dicen que vale la pena subir hasta la Sierra del Fraile para ver cómo el sol tiñe de rojo las paredes más altas. Cambian de color según la hora del día. Y durante un rato, genial, lucen rojas. El Xorret de Catí es un pedazo de esta sierra alicantina. Sobre las seis de la tarde de ayer, Igor Antón creyó que su maillot era naranja, el de siempre, el del Euskaltel-Euskadi. Había llegado a la cima con «Purito» Rodríguez. Empatados, como están en la general. Pero su rival había arañado bonificaciones en el primer sprint intermedio. Eso, en teoría, le daba al catalán el maillot rojo de líder. Acababa de alejar en la general a Menchov, Schleck y Mosquera, y hablaba relajado. Como en una tumbona.

Antón no sabía que el sprint de Onil había sido anulado por una caída. Tampoco sabía que su maillot ya no era naranja, sino como la Sierra del Fraile al amanecer: roja. «Enhorabuena, Igor», le abrazó su compañero Egoi Martínez. «¿Seguro?». Antón ni pestañeaba. Se hizo todo ojos. Atónito. «No lo esperaba. ¿Seguro?», repetía. «Es como si me tocara el premio gordo». Y, claro, en esas ocasiones se descorcha champán. Soltó burbujas desde arriba, desde el podio de una Vuelta a España que empieza a llevar su nombre. El líder inesperado. Líder sorprendido. Líder ya temido.

«Purito» Rodríguez, fiel a su apodo, echaba humo: «Primero anulan el sprint intermedio y luego no pican tiempo en la llegada. He mirado para atrás y le sacaba un hueco tremendo a Antón», se quejó. Pero los jueces no lo vieron así: entre Rodríguez y Antón se coló Nibali. Y los tres recibieron el mismo tiempo. «Purito» se quemaba. Ardía. «Merecía el liderato». Le salían chispas: «Igual no vuelvo a estar como hoy en la Vuelta, pero atacaré hasta que pete». «Purito» prendió ayer la mecha de lo que resta de Vuelta. Reclamó, protestó, maldijo y, al final, se fue. La Roja era de otro. De Antón.

«Ha sido una etapa extraña», definió el corredor del Euskaltel-Euskadi. El pelotón se desparramó pronto, partido por la caída del kilómetro diez: Gilbert, Petacchi, Arroyo y Menchov se rasparon contra la cuneta reseca. Lija. Heridas rojas a flor de piel. Un kilómetro más allá estaba el sprint de Onil. «Purito» lo disputó y recogió un segundo. Con eso tenía de sobra para superar a Antón en la general. Eso creía, al menos. Los jueces, vista la magnitud de la caída, dejaron sin validez ese sprint. «Purito» pedaleaba en falso. Se sentía líder. Y no se preocupó por la fuga de Moncoutié, Tchopp, Serafín Martínez, Bazayev y Arrieta. De ellos solo se ocupó el Cervélo, el equipo de Sastre y Tondo, el conjunto que puso aliento de fuego en los pulmones durante la ascensión a la Carrasqueta, el penútimo puerto.

Ahí se hizo más extraña la etapa. De repente, el Cervélo se reprimió cuando el grupo de Moncoutié ya se olía. Para cuando reaccionó el Liquigas de Nibali, la victoria era cosa de los escapados. Indultados a última hora. Entre ellos iba el cartero de París. Moncoutié. El chico que repartía la correspondencia por el Distrito 13, el barrio chino de la capital francesa. Cartero como su padre y sus hermanos. Es su tercer triunfo en tres años. No pudieron seguirle. No falla. Desde 2008 siempre llega puntual una carta con remite de París a una montaña de la Vuelta.

Detrás, colgaba de un hilo la Roja. Gilbert, líder ocasional, no tenía fuerza para agarrarlo. Arroyo y Menchov (cedió más de dos minutos ante Antón) pagaban la caída de Onil. A Frank Schleck (un minuto de retraso) le aplastaba la densidad del aire, las rampas del 22% del Catí. Todos cedían. Por el pasillo de voces de la subida, a Mosquera (medio minuto) también se le enrojecía la cara. El Catí se quedó con ellos cinco.

Es un puerto breve, pino, cruel. De talla baja, como «Purito» y Antón. Los dos que más volaban. Se miraban. Cada uno trataba de traducir los gestos del rival. Antón se contuvo. Se ha vuelto calculador. «No quería enseñar todas la cartas». Ciclista de mus. Tapete de asfalto. Ya habrá tiempo para el duelo.

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