A MI GUSTO
A LA DERIVA
Uno, que es un cavernícola urbanita y en la mesa, le gusta disfrutar de los diversos placeres que nos ofrece la naturaleza. Me encuentro, por su escasez, con verdaderas dificultades para degustarlos
LA ONU declaró el Año en curso 2010, como el Año Internacional de la Biodiversidad. Entre sus objetivos están: el aumentar la conciencia sobre la conservación de la biodiversidad para el bienestar, promover su valor, mejorar los medios para conservarla, alentar a las organizaciones e individuos para actuar en su conservación. Me temo, que con lo queda y como vamos, no va a ser suficiente. Habrá que pedir una prórroga.Uno, que es un cavernícola urbanita y en la mesa, le gusta disfrutar de los diversos placeres que nos ofrece la naturaleza. Me encuentro, por su escasez, con verdaderas dificultades, para degustarlos. Me acuerdo de las clacas o sacabocados de Lanzarote, ese competidor por el territorio de las lapas y burgados; de pescados como la fula y el candil; de las lapas majoreras, a las que por fin han catalogado como especie protegida para evitar su extinción; de el mejillón de Fuerteventura, de el sabroso atún rojo y para que seguir. Todos ellos deberían tener prohibida su captura. Pero ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Recordemos que la flota y las almadrabas españolas capturaron 2.043.323, 82 Kg de atún rojo hasta el pasado 15 de agosto, cifra que supone el 80,88 por ciento de la cuota inicial para la especie y el 78,10 por ciento de la «adaptada», según datos del Ministerio de M. Ambiente y M. Rural y Marino. La reducción de las capturas fue acordada el pasado año por la Comisión Internacional para la Conservación de Atunes del Atlántico, que decidió rebajar de 22 millones a 13,5 millones de Kg la cuota mundial de pesca del atún rojo del Atlántico Oriental y el Mediterráneo, ante la situación crítica de dicho recurso. Nuestra preocupación no viene por el hecho de que desaparezca alguna especie, sino porque se teme que estemos asistiendo a una masiva extinción (Duarte Santos, F. 2007). Y tememos, muy seriamente, la posibilidad de que una catástrofe arrastre a la propia especie humana (Diamond, J. 2006). El profesor de la Universidad de Harvard y mundialmente aclamado académico Edward O. Wilson dice que anualmente desaparecen 27.000 especies, lo que supone 72 diarias, es decir 3 cada hora. Eso puede representar la pérdida, cada año, del 1 por mil de todas las especies vivientes en la Tierra. ¿No es para estar preocupado? No tenemos un propósito fijo y estamos a merced de las circunstancias, a la deriva.
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