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Los vencedores de la crisis

De las 500 empresas más grandes del mundo, más de 80 tienen sede en China, Brasil o India. La mital de los investigadores trabaja en Asia. En diez años coparán el 57% del PIB mundial. Los emergentes pisan fuerte

MONCHO VELOSO

La crisis ha puesto patas arriba políticas fiscales, previsiones económicas y proyectos empresariales. Pero el que probablemente sea el mayor de los desafíos se está librando en casa: las dificultades han obligado a las viejas potencias como Europa a medir sus fuerzas con las nuevas, como Asia. ¿Ganadores? Sí. China, Brasil, India o Corea del Sur, entre otros países emergentes. Aunque lo cierto es que aún queda batalla por delante.

Durante la tormenta financiera las «nuevas potencias» no sólo no han quebrado, sino que les ha hecho más fuertes y son ya casi tan ricos como las naciones industrializadas. Todas las previsiones hablan de que, en cuestión de una o dos décadas, el conjunto de las economías avanzadas será desplazado como motor de la economía mundial por ese bloque de los ahora mal llamados países emergentes. La recesión sólo ha precipitado ese cambio de rumbo.

De las 500 empresas más grandes del mundo, según la última lista de la revista Fortune, más de 80 pertenecen a economías emergentes. Y más del 40% de los investigadores del mundo están ya en Asia. En 2011, las naciones emergentes gozarán de crecimientos medios cercanos al 8% del PIB en el caso de las de Asia Oriental, del 5% en África y del 4% en Sudamérica. Los países emergentes solo han sufrido un año la crisis. Ahora, China ya crece al 9,5%, la Corea capitalista al 5%, Tailandia al 4%, India al 7,5%, Indonesia al 6%, Turquía al 6,3%, Brasil al 6,4%, Nigeria al 6% y Egipto al 5%. Mientras, EE. UU. intenta tonificar su atrofiada musculatura, Japón no caer en la deflación y Europa solucionar el embrollo de sus cuentas públicas y evitar el desplome del joven euro.

¿Qué han hecho China o Brasil para aguantar el chaparrón? Fundamentalmente, un buen trabajo de política económica y un esfuerzo de políticas monetarias y fiscales muy ortodoxas. Hasta ahora, los Estados recién industrializados tenían que gastar más y vaciar sus arcas públicas porque eran más pobres. Al final caían en una trampa de déficit público y de impago de la deuda, de falta de confianza de los inversores y de poca entrada de inversión. En otras palabras, entraban en bancarrota.

Crecer sin deuda

Entre 2003 y 2008 apostaron por el ahorro. Por el equilibrio fiscal, sin ese incremento del gasto público que siempre les caracterizó. El resultado: ya registran superávits importantes y, en líneas generales, están liquidando, a muy buen ritmo, su deuda externa. De hecho, China, Japón, Taiwan, Hong Kong y Brasil tienen en sus manos más de 2.000 billones de dólares de deuda norteamericana. Los antiguos deudores son ahora los acreedores netos.

Otra de las fortalezas que demostraron durante el chaparrón fue el buen comportamiento de su comercio exterior. Aumentaron notablemente las exportaciones y las diversificaron geográficamente. Ahora venden más bienes en más países. Así, en los últimos quince años, la renta per cápita se duplicó en el caso de Asia (de 4.500 a 10.000 dólares por habitante) y se incrementó un 60% en Sudamérica (de 7.250 a 11.400 dólares), según datos de finales del 2008 del Real Instituto El Cano. Esa riqueza permitió incrementar el consumo privado y la inversión en el interior de esos países. Por si fuese poco, sus bancos y Bolsas son ahora más grandes e importantes, más solventes y están mejor regulados.

Un nuevo orden económico

Todo eso aumentó la capacidad de ahorro y permitió crecer sin deuda. Y han entrado en esta crisis con capacidad de endeudamiento y sin grandes dificultades de competitividad.Quizá por eso se perfilan ya como el próximo motor mundial. «No, no, ya lo están siendo», aclara Rafael Pampillón, profesor del IE Business School. El último informe «Riqueza cambiante» de la OCDE apunta en esa dirección. El club de los países más ricos del mundo reconoce que está a punto de dejar de representar más de la mitad del PIB mundial por la pujanza de esos Estados emergentes. Si en el año 2000 los 30 países que integran la OCDE representaban el 60% del PIB, este año bajó al 51% y en 2030 se quedará en un 43%. Dentro de 20 años, los emergentes coparán el 57% del PIB mundial. Las previsiones del FMI dicen que en torno a 2012.

¿Son correctos esos pronósticos? «No sólo son correctos sino que se quedan cortos», explica Federico Steinberg, investigador del Real Instituto El Cano. «Quizá en 2020 habrá que replantearse quién es rico y quién emergente», dice. Habrá que eliminar las distinciones entre Norte y Sur y entre desarrollados y en desarrollo. Entonces... ¿supone esto un nuevo orden económico mundial? A corto plazo, no. Esos cambios nunca son rápidos. Según los expertos, el dólar seguirá siendo la moneda de referencia. «El yuan chino todavía no puedo serlo porque no tiene la convertibilidad que debería tener», dice Pampillón. Pero la propia OCDE, en sus previsiones, habla de «un cambio estructural de importancia histórica». «No es un fenómeno pasajero», recalca en el documento.

Todas las fuentes consultadas coinciden en que no hay que ver el ascenso de otros como el descenso de Occidente. China compra minas en Brasil, materias primas en África, pozos de petróleo en el Cáucaso y empresas norteamericanas; si China crece, otros países crecen con China. Conclusión: el hecho de que unas economías crezcan es siempre beneficioso para el conjunto del mundo. Eso sí, hay que aprovechar la oportunidad y subirse al tren más veloz. Venga de donde venga.

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