La calle del robo y los butrones
En apenas 500 metros de la calle de la Laguna se han registrado en poco tiempo ocho robos a comercios. Mientras, aumentan los tirones y los robos al descuido en la zona. Los comerciantes se sienten desprotegidos

«Hay muchos robos y más que va a haber. Como no mejore la situación económica no sé lo que nos espera. No quiero ni pensarlo». Eso dice Tamara —nombre ficticio—, dependienta de una tienda de ropa de la calle de la Laguna (Carabanchel).
Los tirones de bolsos, de cadenas, hurtos y robos al descuido a particulares y en comercios van en aumento, a decir de los vecinos y de la asociación de comerciantes de Carabanchel Bajo, junto a la oleada de alunizajes y butrones registrada desde finales de año hasta la fecha. Todo ello han convertido esta vía y otras cercanas muy comerciales—General Ricardos, Camino Viejo de Leganés o la Oca—en los lugares preferidos de los delincuentes.
En concreto, en la calle de Laguna se han producido ocho asaltos a establecimientos desde diciembre de 2009. Y todo ello, en un radio de acción de 500 metros. Esta situación, unida a la recesión, ha provocado que algunos comercios echen el cierren o se trasladen a otras zonas menos castigadas por este tipo de hechos, explican varios comerciantes. «Te vas quedando solo», agrega la joven.
«Yo no recuerdo una racha así», explica Martín Labraca, presidente de la asociación de comerciantes. «Estamos muy preocupados y nos sentimos desprotegidos. Queremos reunirnos con el concejal del distrito y la Policía para que atajen esta situación, así como la venta ambulante. Necesitamos más seguridad». A él mismo le sustrajeron el móvil que tenía detrás del mostrador el miércoles pasado.
Dos butrones en joyerías, dos alunizajes en una óptica con pocos días de diferencia, un asalto a una cadena de perfumerías, un supermercado desvalijado, un bar, una lencería, otra relojería, esta vez en la calle de Muñoz Grandes... Víctor, dependiente de la óptica explica que en la tienda «se llevaron todas las gafas de marca que pudieron tras empotrar un vehículo contra el escaparate». Fue el 13 de junio pasado.
«Dos por uno »
Por si no fuera suficiente, volvieron a repetir la acción por el mismo procedimiento. «Apenas habían pasado 15 o 20 días. Dejaron la tienda desolada y plagada de cristales rotos». Las medidas de seguridad no sirvieron para evitar los asaltos. «No son raterillos que venden el género en mercadillos o en cualquier esquina. Son grupos organizados del este de Europa que van a tiro hecho y roban por encargo», indica, convencido. «Después, envían la mercancía a Bulgaria, Rumanía o países africanos», apostilla.
Estos no han sido los únicos robos que ha sufrido esta óptica. «El año pasado se repitió la historia». Un día después del primer alunizaje, le tocó el turno a una perfumería situada justo en la acera de enfrente. Se llevaron perfumes y cosméticos caros.
En marzo pasado, aprovechando la jornada festiva del día del padre, varios individuos practicaron el «dos por uno»: realizaron dos butrones en una noche. «Accedieron desde el portal colindante a la galería comercial y, desde ahí, a mi bar por los lavabos. Luego hicieron el butrón por el baño de señoras, destrozando la pared de la joyería de al lado no sé con qué porque estaba blindada», indica el responsable del bar. «A mí me quitaron 3.000 euros entre el dinero de las tragaperras y el que tenía para el cambio. Entre otros destrozos, se cargaron el cierre de la puerta, por la que salieron, tan tranquilos a las 11».
Cuenta que lleva solo 4 años con el negocio y los robos que ha sufrido son incontables. Aún así, ahora hay más alunizajes y butrones. «A la joyería —cerrada por vacaciones— la desvalijaron a fondo. Abrieron una de las cajas fuertes y se llevaron cuanto pudieron de vitrinas y expositores».
La encargada del quiosco de prensa del mercado vio a los delincuentes pero, paralizada por el miedo, no se atrevió a hacer nada, agrega el encargado del bar. «Tenían pinta de ser del este de Europa, a decir los testigos, y salieron con las mochilas bien cargadas». Tres meses antes, en el puente de la Constitución, se repitió el mismo guión en la acera de enfrente. «Por el cuarto de contadores del portal entraron a mi tienda de ropa interior rompiendo la pared. Tras apropiarse del dinero que había en efectivo y de género, utilizaron ropa para amortiguar el ruido y romper otra segunda pared con otro butrón. Por él, accedieron a la joyería colindante», asevera su responsable. Allí, el monto de lo sustraído ascendió a 1,5 millones de euros, uno de los más sustanciosos de los últimos tiempos. El local carecía de cámaras de videovigilancia, con lo cual, los delincuentes no tuvieron obstáculos para realizar su tarea.
Algo parecido sucedió en la lencería. «Se las saben todas. Tenemos alarma en la puerta y escaparates pero no sensores de movimiento en el interior. La racha que empezó a primeros de año ha sido tremenda». Un supermercado y otra joyería en las inmediaciones —Muñoz Grandes—, ésta un mes después, completan la oleada de asaltos mediante butrones o alunizajes. Ahí entraron del mismo modo: a través de una tienda de muebles hicieron el agujero que comunicaba con la cámara acorazada. El valor de los sustraído ascendió a unos 400.000 euros.
Varias vecinas explican que en una tienda de novias de Laguna también sustraen prendas al descuido. «Entran varias personas y mientras una o varias entretienen a la dependienta, el resto se lleva lo que pilla». Lo mismo indican en otras tiendas cercanas. «Ahora, con la crisis, como hay menos clientela te das más cuenta de lo que pasa», subrayan en una zapatería.
Lo que no faltan son los tirones ni los hurtos. «En esta zona comercial, como en el camino Viejo de Leganés, los ha habido siempre: pero ahora hay más», afirman la mayoría de los interrogados por ABC. En otra tienda de prendas de vestir una clienta indica: «Hay muchos tirones de cadenas. Las víctimas suelen ser personas mayores». La dependienta agrega: «Bajas del autobús y si no te das cuenta te quitan el bolso. O te roban el móvil mientras estás hablando. Lo mismo son españoles, que menores o extranjeros». Ella dice que teme especialmente a los rumanos que «te sacan una navaja y, encima, te intentan pegar. Y en los establecimientos, a la que te descuidas se llevan algo».
Otros residentes, por contra, dicen que la situación ha variado poco, salvo en los sucesos más llamativos. «Aquí hay lo mismo que en todas partes».
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