Cuatro de cada diez incendiarios juzgados el año pasado fueron absueltos
El 66 por ciento de los fuegos tienen su origen en una negligencia y el 32 por ciento son intencionados
«Pirómanos hay pocos, pero sinvergüenzas hay bastantes», sostiene el fical coordinador de Medio Ambiente y Urbanismo, Antonio Vercher. No es una persona dada al exabrupto, pero sabe muy bien de lo que habla; los datos que maneja la Fiscalía avalan sus palabras. El año pasado las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad arrestaron o imputaron a 374 personas por quemar el monte. Unos actuaron con descuido, otros con premeditación; en total 88 detenidos.
No en vano, el 66 por ciento de todos los fuegos forestales tienen su origen en una negligencia y el 32 por ciento son obra del incendiario feroz y vengativo, el resto son accidentes. «Todavía queda mucho por hacer», remarcan desde la Fiscalía. Los incendios provocados, normalmente con varios focos, son además los que acaban descontrolados, tienen un enorme poder destructor y a veces se cobran vidas como ocurrió la semana pasada en Pontevedra.
Pruebas indiciarias
Uno de los grandes retos es castigar a los culpables. Las cifras hablan por sí solas. El año pasado fueron condenadas 85 personas que habían provocado fuegos en campañas anteriores, pero quedaron absueltas 51, es decir cuatro de cada diez enjuiciados. Existen varios problemas; uno no menor es que las acusaciones con frecuencia se basan en indicios y de ahí a la exculpación solo hay un paso cuando se trata de incendios dolosos enjuiciados por jurado.
J. P. D. trabajaba como bombero antiincendios de la Xunta de Galicia. En pleno agosto se acercó a una gasolinera y llenó una garrafa de combustible por si tenía que rellenar el depósito ya que este perdía líquido, según declaró; se fue a una zona recién quemada de Orense donde aún hervían los rescoldos y por arte de magia las llamas se reavivaron voraces. Al bombero se le encontraron en su coche 14 mecheros, una lata con gasolina y acelerante. Tres peritos certificaron que el vehículo no perdía líquido. El Tribunal del Jurado le absolvió porque no había testigos.
«La casuística de incendios forestales —el año pasado hubo 15.391— sigue siendo un pozo sin fondo», recogen los fiscales. Los hay provocados por animales; exóticos —un fuego mientras se hacían ritos satánicos—; estacionales (en Asturias cuando más se quema el monte es en marzo porque los ganaderos renuevan pastos); culpa de fuegos artificiales, y producto de manos imprudentes o resentidas. Los incendios negligentes son los de siempre, causados por fumadores, tendidos eléctricos, maquinaria agrícola, quema de pastos o de residuos.
La Fiscalía acaba de dar a conocer los resultados de un estudio llevado a cabo durante dos años por la Guardia Civil y la Universidad Autónoma sobre los perfiles psicosociales de quienes queman el monte. Se basaron en las respuestas voluntarias de 35 individuos encarcelados por delito forestal. El retrato dibuja a un varón español, de entre 30 y 58 años, soltero o sin pareja, que cobra menos de 600 euros, abusa del alcohol, ha podido estar en tratamiento psiquiátrico, actúa solo y vive y trabaja cerca del lugar del fuego que desata su mano. La mayoría de estos individuos tienen estudios elementales, se dedican al sector agrícola, utilizan el mechero para prender y su inteligencia es baja (la mayoría) o media. Y lo más curioso: el incendio es intencionado, pero no existe un motivo claro para quemar; si lo hay es para obtener un beneficio inmediato agrícola o laboral. Quienes prenden incendios agrícolas por infracción suelen ser mayores de 60 años; entre 36 y 46 tienen los incendiarios ganaderos con algún fin mientras que los responsables de incendios forestales son menores de 47 años y trabajan en la construcción, aunque faltan bastante.
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