Locos cacharros
Es una de las primeras reuniones del mundo de categorías clásicas y joyas del automovilismo
El AvD Oldtimer Grand Prix de Nürburgring, en la herencia de las carreras de Eifel, es una de las primeras reuniones del mundo de categorías clásicas y joyas del automovilismo, donde aún hay quien corre con ethanol o preparados de keroseno, hay autos que pierden los frenos como el viejo 8CM que fue de Étancelin y algunas ruedas aún salen volando.
Uno de los principales atractivos de la cita 2010, a parte la devoción por los vehículos de la Era Dorada del Historic Grand Prix, han sido las carreras de biplazas hasta 1960, con algunos de los pocos Maserati Birdcage que quedan; también la reaparición de talleres que fabricaron cohetes sobre ruedas como Abarth; así sendos anversarios de Alfa Romeo, Jaguar o Porsche y populares carreras de gran turismos hasta 1961 que siguen enfrentado a talleres de deportivos como Aston Martin, Maserati, Porsche, Jaguar, Ferrari o Mercedes.
En el Oldtimer Grand Prix de Nürburgring está realmente todo el abecedario de la historia del automóvil, posiblemente una de las mayores revoluciones del siglo XX, iniciada en un pueblo de Alemania por Daimler, Benz y Otto y lanzada en cadena al otro lado del Atlántico por Ford.
Así los valientes experimentos de principios de siglo, la fiebre del motor de los alegres años 20, las nerviosas bestias creadas en los 30, el robusto señorío de los 40, la feliz curva de los 50, los sueños de los 60, el variado exotismo de los 70, el clásico futurismo de los 80...
Y entre éstos, moluscos móviles de postguerra como el Isetta o el Fiat 500, y rarezas redivivas como el Veritas RS, el taller de ex empleados de BMW que empezó a fabricar inverosímiles coches de carreras en Baden-Württemberg apenas tres años después de la derrota alemana tras la guerra.
Y los turismos, deportivos, GT y Clásica Americana o los escurridizos Lola, MG y Brabham que pilotaban Jim Clark y Jochen Rindt, convocados ahora al Trofeo Lurani; o la primera F1, en que aún dominaban los clásicos monoposto italianos de Ferrari, Maserati, Alfa Romeo, con Fangio y Ascari al volante, a los que íban a robar el cetro la década siguiente los talleres británicos de Arrows, Tyrrell, Lotus, Matra o McLaren, herederos de la vieja ERA.
Pero además se aprecia en cada mínima variación la lenta evolución de los que que han sido calificados como esculturas móviles de la modernidad, soñadas por Alfa, Maserati, Pininfarina, Karmann, Maranello y tantos otros, para lograr poner el diseño en movimiento y, si es posible, hacer que gane.
Un lujo fue ver el especial de Jaguar XKR con Eddie Irvine o el Opel Mantra, el centenario de Alfa Romeo o a los Porsche barriendo a los Audi en DTM. Pero también a los hermanos Rettenmeier, con sus históricos Maserati, que fueron nada menos que de Étancelin, Villapadierna y Moss respectivamente; como también en F1 “purasangres” al ya veterano campeón Joaquín Folch-Rusiñol, uno de los clásicos españoles de Nürburgring, ganando con su McLaren M23 la Copa Fittipaldi el Grand Prix Masters, aunque al día siguiente, la niebla le impidió sacar su Williams FW08 en la segunda prueba; o asimismo volver a ver en un Porsche 935 al veterano campeón de turismos y deportivos Klaus Ludwig, o a Cora Schumacher, la mujer de Ralf y ya cuarto piloto mejor pagado de Alemania, compitiendo en el pequeño pero rápido Mini Challenge; todos en la misma pista que inauguró la leyenda de Caracciola y las Flechas de Plata y en la que 50 años después se abrasó Niki Lauda.
Saliendo del “paddock” histórico, que luce orgulloso un homenaje al gran Rudolf Caracciola, un viejo letrero en la entrada de vehículos al circuito dice “en todas partes se alaba luego, lo que antes Nürburgring ha puesto a prueba”. Para muestra, el botón de arranque del Oldtimer Grand Prix y el el atronador estrépito de todos los motores de un siglo.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete