«Pérdida sensible y dolorosa»
«Escribo apresuradamente estas líneas ante el conocimiento del fallecimiento del profesor Alfonso Pérez Sánchez...»
Escribo apresuradamente estas líneas ante el conocimiento del fallecimiento del profesor Alfonso Pérez Sánchez y lo hago interrumpido constantemente por las llamadas de los muchos amigos que han conocido como yo hace unas horas la noticia de su triste pérdida. Hace no tanto tiempo, muchos de esos amigos dedicamos un merecido reconocimiento académico a su altísima figura intelectual como profesor, investigador y responsable de importantes instituciones culturales, entre ellas y en un lugar preeminente, el Museo del Prado.
En ese acto, en el que se presentaba el libro «Sapientias libertas», y celebrado en su querido Museo, el gran historiador encerrado ya en la celda de su postrero enclaustramiento físico dejaba entrever su fina sensibilidad a traves de su mirada con la inquietante brillantez de sus ojos. Recuerdo aquellos llorosos ojos hoy al rememorar a quien se ha dedicado desde joven a explorar el mundo con la mirada, especialmente aquella parte de él que se nos muestra sensiblemente concentrada en el arte.
Con esa sensible mirada y un inagotable afán de conocimiento, Pérez Sánchez ha construido, sin duda, uno de los edificios más notables de la Historia del Arte de la segunda mitad del siglo XX, edificado a través de publicaciones y exposiciones memorables que son, y seguirán siendo por muchos años, referencia para los estudios del Arte barroco italiano y español de todos los tiempos. A la labor de arquitecto de una nueva historiografía del Arte en nuestro país se aúna en su caso una extraordinaria vocación docente, devolviendo multiplicado aquello que él recibió de sus maestros, especialmente de don Diego Angulo.
Desde el Museo del Prado la pérdida de Pérez Sánchez se hace especialmente sensible y dolorosa. A esta institución dedicó muchos años de su actividad investigadora desde que comenzara a colaborar en la farragosa labor de estudio y catalogación de los depósitos del Museo hasta alcanzar la responsabilidad máxima de su dirección entre 1983 y 1991. Quienes le recuerdan activo en el Museo en todos esos años no pueden dejar de notar aún hoy el vacío que dejó su marcha. La grandeza y generosidad de su personalidad y su autoridad académica llenaban todo el espacio intelectual del Museo como pocos hicieron hasta entonces y difícilmente nadie lo logrará en el futuro.
Quienes trabajamos hoy en el Museo no podemos dejar de mostrar nuestra inmensa gratitud por quien diera su mejor versión en esta casa, donde junto al respeto a su extraordinaria trayectoria hoy recibe con inmensa su pérdida.
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