LA MARAVILLA DEL MADRID TAURINO
Análisis
El Madrid taurino es como en tantas otras cosas una maravilla. Municipios como Colmenar Viejo, Arganda, San Sebastián de los Reyes, Aranjuez, Galapagar, El Escorial, Valdemoro, Ciempozuelos o Valdilecha, Tielmes, Perales de Tajuña, Canencia o Alameda del Valle gozan de una viva y fecunda actividad taurina, renovada año a año con la ágil savia nueva de cada nuevo consistorio, de cada renovada representación popular. Organizar encierros, sueltas de vaquillas, festivales, recortes, novilladas sin y con picadores, es el ejemplar acto de promoción que desarrollan los alcaldes y los concejales de festejos como responsables públicos de que los ciudadanos de los pequeños pueblos de la sierra norte o de la vega del Jarama, de la ribera del Tajo o de las orillas del Lozoya ejerzan en libertad y sin coacción alguna el sano ejercicio de asistir a un espectáculo que se desarrolla en sus calles, plazas, en los ruedos de Cenicientos o Villa del Prado, en cosos monumentales como el de Aranjuez o amurallados de gran belleza como Buitrago o simplemente en talanqueras o plazas portátiles.
Con ello se ofrece a los niños y a los jóvenes la posibilidad de jugar al toro, de correr en un encierro infantil, de participar en un gran Prix con una becerra, es decir, se le brinda una opción legítima y legal de disfrutar con el riesgo y la emoción de las primeras carreras, los primeros quiebros y los primeros lances ante las agitadas vaquillas. ¿Qué mal hay en ello? ¿Qué afán destructor anida en la mente de quienes desean privar a los ciudadanos de disfrutar libremente de una tradición? He desconfiado siempre de quien siente más ternura por un animal que por un ser humano, pero que permanece impasible ante la crueldad humana, la corrupción, la falta de libertad, la sumisión política, se inhibe cínicamente ante la explotación intencionada y puramente mercantil de la simpleza de Belén Esteban para ganar audiencia. Dicen que ¡pobres toros! pero vender
escándalos sexuales y morales en horas de máxima audiencia bajo un ramplón progresismo como forma de embrutecer españoles y seducir débiles mentes es una degradante forma de maltrato a personas del género humano.
La Comunidad de Madrid va a apoyar la promoción de los toros, ayudando a los ayuntamientos de menos de 20.000 habitantes, a las peñas, clubs taurinos, asociaciones y escuelas que lo soliciten a promocionar la organización de espectáculos, de encierros, de conferencias, de cursos, seminarios, charlas, novilladas o becerradas, y a la formación humana e integral de aquellos chicos y chicas que en el sano ejercicio de la libertad individual deseen ser los herederos del torero, el último héroe literario del mundo moderno. Por eso, uno de los retos más seductores de mi nueva condición de director gerente de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid es el de desarrollar en el ámbito de la extensa geografía de Madrid la declaración de los toros como Bien de Interés Cultural, iniciativa asumida por el Gobierno de la presidenta Esperanza Aguirre, quien ha querido señalar con ello cual es su deseo, su intención y su firmeza ante el debate surgido en Cataluña de prohibir los toros. Quienes no se atreven a condenar el totalitarismo de los nacionalismos y protegen la meliflua y acobardada actitud del socialismo catalán, rechazando por sistema las actitudes valientes y de firmeza, tacharon esta iniciativa de «oportunista». Hablamos de Madrid, hablamos de libertad. Ha costado mucho alcanzarla para que vengan a prohibirla.
Carlos Abella es director gerente de Asuntos Taurinos de la Comunidad
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete