Sin toros y a la deriva
La plaza santacrucera es presa del abandono. Sin PGO aprobado ni dinero en el mercado, el inmueble da pena
Si un catalán de los que se apostaban la semana pasada en las afueras de la Generalitat para protestar por la decisión política de prohibir los toros paseara estos días por Santa Cruz de Tenerife y contemplara el estado de la plaza de toros, se marcharía muy preocupado. Preocupado porque el temor que hay en Barcelona a que la Monumental acabe en el abandono tiene una base bastante real.
Desde que los toros pasaron a la historia en el coliseo santacrucero, el inmueble ha ido languideciendo hasta presentar su lamentable estado actual. Custodiada por los aparcacoches de los aledaños, la plaza es un ejemplo de desidia e inoperancia administrativa. Las humedades rodean casi todo el edificio, pero eso no es lo peor. Desde el desalojo de los últimos locales comerciales, el aspecto es el de un inmueble abandonado, fantasmagórico, sede ideal del movimiento okupa si el propietario mayoritario, la inmobiliaria Alicur (según apuntan a este periódico fuentes municipales), se descuidara en las labores de seguridad. Incluso, en las antiguas taquillas pueden contemplarse los restos de comida que algunos vecinos de la zona dejan a los gatos que frecuentan la plaza. Sus últimos coletazos de vida fueron hace poco más de dos años, cuando aún existían tres locales en explotación: el restaurante «El Burladero», «El Arena» y una disco-terraza que tuvo algunos años dorados, «La Tribu». En junio de 2008 fueron desahuciados por deudas.
Ahí se acaba la última bocanada de vida de la plaza. Su tumba, no obstante, la cavó en 1984 cuando se celebró la última corrida que acabó con una tendencia mortecina de varios años. Pese a lo que pueda parecer, la plaza capitalina no era un recinto marginal. Es lo que siempre subraya el presidente de la Peña Taurina de Tenerife, José Méndez Santamaría. Por Tenerife llegaron a pasar grandes figuras como Luis Miguel Dominguín, Manuel Benítez «El Cordobés» o Paquirri. Dos toreros canarios, José Mata, y
Avelino Rivero «Pedrucho», se foguearon en el coso. La peña, en sus buenos tiempos, llegó a tener unos 300 socios.El cambio generacional y las nuevos yacimientos de ocio de los setenta y los ochenta terminaron por dar la puntilla a la fiesta española por antonomasia.
Cambios
La plaza de toros fue creada a finales del siglo XIX por el arquitecto Antonio Pintor y costó 105.000 pesetas. Fue la primera de Canarias, si bien en la Plaza del Cristo se llegó a levantar una provisional algunos años antes. Cuando definitivamente desaparecieron los toros, la plaza vivió una segunda edad de oro como recinto de espectáculos. El más importante, los grandes bailes del Carnaval. Para acoger este tipo de eventos y convertirse en edificio multiusos, se le puso un toldo que cubría toda la plaza y le daba una capacidad aproximada de 10.000 espectadores.
El Ayuntamiento se gastó 35 millones de pesetas y la plaza acogió varias galas de elección de la reina y concursos de murgas y rondallas. Aún se recuerdan en la zona los bailes amenizados por la orquesta venezolana Billo's Caracas Boys, la banda líder del momento. También hubo espacio para luchadas, mítines políticos, veladas de boxeo y espectáculos circenses. Si quedaba alguna esperanza de que los toros volvieran a la isla, el Parlamento canario cerró la puerta definitivamente en 1991 al promulgar una ley que prohibe los espectáculos con animales que conlleven sufrimiento. La iniciativa la llevó a cabo el actual diputado regional por el PP, Miguel Cabrera, que en aquella época concurría bajo las siglas de ATI. Sin apoyo de su partido, lo terminó abandonando, logró convencer a Lorenzo Olarte con más de 25.000 firmas y este terminó por ceder. A Cabrera le ha quedado pendiente eliminar las peleas de gallos.
El panorama actual no es muy alentador. En 2008, el Ayuntamiento convocó un concurso de ideas para definir su futuro. Por votación popular ganó el proyecto «La plaza de todos», de Antonio del
Pozo Mozo, César del Pozo Ortega y Carlos Bernal. Prevé un edificio de doce plantas, un parking subterráneo y el mantenimiento del coso como plaza, al que se accedería desde las Ramblas. Pero sin dinero en el mercado, «La plaza de todos» tendrá que esperar.
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