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La cadena del vino en Lanzarote

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SAÚL GARCÍA CRESPO

«La cadena del vino en la isla es débil», dice el presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen (DO) Lanzarote, Javier Betancort. El viticultor, el primero de los eslabones, está expuesto a que el rendimiento de su cosecha sea muy bajo, por la orografía y el método de cultivo; a que el exceso de uva, algunos años, le ocasione que no le quieran comprar y a que la escasez, otros, que no tenga nada que vender y, finalmente, a que el trabajo de todo un año se mida en números rojos. En Lanzarote, viticultor es sinónimo de altruista. Hasta 2013, al menos, está garantizada por la Unión Europea, a través del programa Posei, una ayuda de 1.650 euros por hectárea, cuando antes era de 600 euros. «Al menos la viña ya no es deficitaria», asegura Betancort, que pide que las administraciones apliquen políticas activas de ayuda, y no pasivas, como hasta ahora, como la compra de los excedentes de uva.

En el segundo eslabón de esta cadena están las bodegas. Hay más y hacen mejores vinos que hace una década, pero su ubicación, en pleno corazón del paisaje protegido de La Geria, es su punto fuerte y a la vez su talón de Aquiles. No tienen las acometidas ni las instalaciones necesarias para desarrollarse. Tienen la esperanza puesta en la reciente aprobación del Plan Especial de La Geria. Según el plan, se debe formar un consorcio que establecerá lo permitido y lo prohibido. Ya se sabe que el documento permite que se hagan ampliaciones y algunas mejoras. El objetivo, según Betancort, es poder crear y consolidar una ruta enoturística o enogastronómica. En España ya funcionan doce «rutas de vinos», «y la de Lanzarote podría ser de las mejores —asegura el presidente del Consejo Regulador—, lo que le daría un valor añadido al turismo de Lanzarote, que se está especializando en distintos tipos de turismo, como el de congresos o el de salud».

El siguiente eslabón sería la distribución y la venta. Hace diez años, tan solo se consumía fuera de Lanzarote el 5 por

ciento del vino que se embotellaba. Hoy ya son 35 de cada cien botellas las que se beben en Canarias o en la Península, aunque el precio sigue siendo poco competitivo. Lo que intenta la DO, que ha iniciado desde hace un año una gran cantidad de acciones promocionales, es posicionarse en el mercado como un producto especializado y de gourmet. Paralelamente se intenta enseñar y concienciar sobre el vino de la isla a los restauradores y hoteleros para que lo incluyan y lo ofrezcan en sus establecimientos, pero esa sigue siendo una asignatura pendiente.

Uno de los resultados de estirar la cadena es que en 1998 había 2.200 hectáreas plantadas de viña y hoy hay 1.950. La vendimia de este año solo va a dar 1,5 millones de kilos, uno menos que en 2009, aunque al coincidir con un periodo de bajo consumo, por la crisis, el problema será menor. Desde la DO son optimistas. «El vino de Lanzarote tiene futuro y, a corto plazo —dice Betancort—, el producto turístico tiene que ser la salvación, y con el consorcio puede desarrollarse».

Finalmente, hay una circunstancia que juega en contra de esa debilidad de la cadena. El vino es bueno. Se ha hecho un gran esfuerzo en mejorar su calidad y dan fe de este salto los premios, nacionales e internacionales, y no sólo del malvasía. En el último año, el moscatel de Bodegas Stratvs, por ejemplo, fue elegido como el mejor del mundo en Francia.

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