Seoane, los guerreros y los retratos
La fundación del autor saca a la luz las series «Héroes y guerreros» y «Doce cabezas»

La sede coruñesa de la Fundación Luís Seoane expondrá hasta el próximo 10 de octubre dos nuevas exposiciones con obras del pintor gallego. La sala de grabados de la primera planta albergará la muestra «Héroes y guerreros», con grabados, óleos y témperas que repasan la figura del personaje bélico. Paralelamente, podrá conocerse el álbum de grabados «Doce Cabezas», que figurará en la sala de exposiciones de la biblioteca y supone una nueva incursión en los retratos del autor.
«La recreación en el pasado de las luchas medievales gallegas, e incluso en las luchas más anónimas de la antigüedad» que se recoge en «Héroes y guerreros» sirve a Seoane, según explica la propia fundación, para «fundamentar con el peso del pasado la lucha contemporánea que toda persona implicada en la resolución justa de su presente quiere alcanzar».
En esta temática halló el pintor un nicho a través del que podía «agitar conciencias» desde su compromiso «con los ideales de justicia y libertad alentados en todo el mundo en su siglo». Son objeto de esta serie de obras «las luchas de los hombres, el espíritu belicoso, los referentes mitológicos y los valores del guerrero», aunque siempre desembocando en un «tamiz pacificador». El deseo del autor era «alcanzar la victoria de los desterrados, de los aislados, los perjudicados por el factor económico, por la injusticia y el olvido».
Los retratos
Por su parte, el álbum «Doce Cabezas», editado en 1958 por la Galería Bonino de Buenos Aires en una serie limitada de 70 ejemplares, busca la proximidad con el pueblo a través del formato del grabado, «una técnica muy querida por Seoane, ya que consigue, en palabras del propio creador, establecer una comunicación entre el artista y el pueblo dado su carácter popular».
En el mismo prólogo del libro, Seoane trató los orígenes de esta técnica milenaria como un medio de expresión primigenio, «a través de un recorrido que nos lleva
desde las lápidas romanas hasta los canteros medievales, pasando por el advenimiento de la imprenta y el homenaje a otros artistas que, como Goya o Gauguin, elevaron el medio a sus más altas cotas», explica la organización.
El pintor fue un «retratista compulsivo», como puede observarse en sus libros de dibujos «Retratos furtivos», «Retratos de esguello» («Retratos de reojo»), «que reúnen los bosquejos realizados en los cafés de los que era tan asiduo». «Las cabezas de las gentes, su variedad, tuvieron siempre para mí un interés especial. Me gusta adivinar tras los retazos de las mismas una manera desvariada de ser, una herencia, una historia», dejó dicho el artista. Despreocupado de los resultados estéticos de su obra, «Seoane cree que el grabado jamás perderá su carácter de expresión popular, accesible a cualquiera que tenga un buril, un clavo o simplemente, la palma de la mano empapada en pigmento».
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