La «mujer-bomba» para Wall Street
Elizabeth Warren, madre coraje de la economía de la clase media, presidirá la oficina de protección al consumidor

abc.es/blogs
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Washington se divide estos días en dos tribus urbanas: los que están radicalmente a favor y los que están radicalmente en contra de que Barack Obama ponga al frente de la nueva Agencia de Protección del Consumidor a una profesora de Derecho de Harvard, de 60 años de edad, que se llama Elizabeth Warren. Y cuyo aspecto no puede ser más inofensivo y hasta idílico, como el de una tía lejana de Laura Ingalls en la Casa de la Pradera.
Lo cual no impide que Elizabeth Warren sea un lince —llegó a Harvard después de arrasar en cuatro universidades más y de trenzar un currículum académico impresionante a pesar de haberse casado con 19 años— y, cuando se tercia, un látigo.
Presidió la comisión del Congreso creada para supervisar la gigantesca operación de rescate financiero de los bancos en lo más oscuro de la recesión. Desde allí fue enormemente crítica con el Departamento del Tesoro y con su titular, Timothy Geithner, al que reprochó una y otra vez que no exigiera mucho más esfuerzo de responsabilidad a las entidades rescatadas con dinero público. Y, sobre todo, mucha más transparencia.
Dicen los «washingtonólogos» que estas escaramuzas con Geithner dificultan tanto o más el nombramiento de Warren al frente de la Agencia de Protección del Consumidor que el hecho de que muchos republicanos estén hechos una hidra con ella. Que lo están. Porque en ella concurre una aleación única de elitismo y populismo que al sector financiero norteamericano le da más miedo que un nublado.
Está acreditado que la idea de crear una Agencia de Protección del Consumidor se le ocurrió al presidente Obama después de leer algunos trabajos de Warren. Y es que, desde mucho antes del estallido de la peor crisis económica desde la Gran Depresión, ella ya lo venía advirtiendo: el entero sistema financiero era un casino en la sombra. Hipotecas trampa. Tarjetas de crédito «que son como una serpiente: si las tienes en la mano el suficiente tiempo, te van a picar». Derivados financieros, no ya totalmente desligados de ninguna lógica de beneficio, sino apostando directamente a perder. Una entera economía construida no sobre la generación de riqueza, sino sobre su destrucción. Bancos ganando dinero con la ruina de las familias.
A Warren se la considera la gran ideóloga y defensora de la clase media, su madre coraje. Quizás influye en ello su temprana y constante conciliación de lo laboral y familiar. Casada muy joven, insistimos, con un matemático con el que tuvo dos hijos —ya creciditos a día de hoy, y coautores de algunos de sus libros—, se divorció en 1978 para volverse a casar con un historiador del Derecho y colega en Harvard.
Si a eso se le añade un bagaje intelectual sobresaliente nos da una mujer-bomba para Wall Street. Sus lobbies se opusieron a la creación de la Agencia de Protección del Consumidor por lo mismo que se oponen a que la presida Elizabeth Warren: por la sobrecogedora claridad que ella quiere y puede aportar a todo el tejemaneje financiero. «Si no lo puedes explicar, no lo puedes vender», ese es su lema. Muerte a la letra pequeña. ¿Lo conseguirá?
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