Parejas inmortales del cine
El mundo del cine y el amor no están reñidos. Ha habido matrimonios legendarios. Algunos se llevaron de maravilla y duraron toda la vida; otros fueron tormentosos; y muchos, más bien fugaces
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Hace unas semanas contraían matrimonio Javier Bardem y Penélope Cruz, la pareja más grande de la historia del cine español y una de las más celebradas del ciclorama internacional. No es el primer enlace entre actores, y si hubiera que buscar en la historia del Séptimo Arte otra pareja comparable, quizá esta sería la más inaugural de todas: Mary Pickford —la «Novia de América»— y Douglas Fairbanks, quien en 1920 ya había protagonizado «La marca del Zorro» y aún habría de encarnar a Robin Hood y a D'Artagnan. Con ellos también comienza la leyenda negra de los Oscar como dinamita conyugal: ella lo obtuvo en 1929 por «Coqueta», él nunca, y su matrimonio se rompió a mediados de los años 30, aunque la causa habría que achacarla más a los graves problemas emocionales de Pickford y al alcoholismo que a esa superstición. Afortunadamente, cuando Bardem y Pe decidieron darse el «sí quiero» en las Islas Bahamas, los dos habían ganado ya tan preciadas estatuillas.
La alusión a Pickford y a Fairbanks hubiera sido perfecta si nuestra «Novia de España» y ex de Nacho Cano y de Tom Cruise (quien dejó a Nicole Kidman para comer palomitas con la chica de Alcobendas) se hubiera casado con Antonio Banderas, nuestro internacional Zorro, pero él hace ya muchos años que comparte alianza con Melanie Griffith, formando uno de los matrimonios más envidiables y bien avenidos de Hollywood.
Amores que matan…
Antes de estas glamurosas parejas —como también lo es la de Angelina Jolie y Bradd Pitt— el cine produjo muchos ejemplos de matrimonios que se han llevado bien, y otros más bien tormentosos, dando por buena esta sentencia: «Hay amores que matan». Así, el caso más sonado de pareja temperamental lo constituyeron Elizabeth Taylor y Richard Burton, que se casaron y se divorciaron dos veces, amándose hasta el último día.
Hollywood también ha cobijado romances ejemplares, amores para toda la vida y que se forjaron en la pantalla
El flechazo, fulminante, ocurrió durante el rodaje de «Cleopatra», donde Burton daba vida a Marco Antonio y ella a la fogosa reina de Egipto. Fue un matrimonio marcado por el alcohol, las joyas y por las grandes peleas y reconciliaciones, que incluso representaron en películas como «¿Quién teme a Virginia Woolf» o «La mujer indomable» (fina adaptación de «La fierecilla domada» de Shakespeare). El galán británico sellaba su amor y sus arrepentimientos regalándole joyas dignas de una emperatriz, como el diamante amarillo Krupp, el Taylor-Burton (de 69 kilates) o la Perla Peregrina que perteneció nada más y nada menos que a Felipe II. No hace mucho la actriz hizo pública las apasionadas cartas que él le escribió, excepto la última, que guarda siempre en su mesilla de noche y que recibió días después de que Burton falleciera. En una de ellas, la amenazaba: «Si me dejas, tendré que matarme». Pero la sangre nunca llegó a Alejandría.
Bien es verdad que algún matrimonio hollywoodense sí ha alimentado la crónica negra. Por ejemplo, el formado por la encantadora Natalie Wood y Robert Wagner, quienes también se casaron dos veces. Ella era tan popular como Elizabeth Taylor tras haber bordado sus papeles en «Rebelde sin causa», «Esplendor en la hierba» y «West Side Story». La suya fue una convivencia de alta tensión que acabó con la oscura muerte de la actriz, quien se ahogó inexplicablemente después de zambullirse desde su yate «Esplendor», quizá, con unas cuantas copas de más. «Inexplicablemente», porque ella le tenía fobia al agua. «Oscura» porque pudo ser o un suicidio (como el intento que interpretara, precisamente, en «Esplendor de la hierba», dramática secuencia que costó sangre, sudor y lágrimas rodar… por causa de esa fobia)… O aún algo peor, porque todavía hoy planea sobre Wagner la sombra de lo sucedido aquella aciaga noche: ¿suicidio accidente, homicidio?
… y amores para siempre
Hollywood también ha cobijado romances ejemplares, amores para toda la vida y que se forjaron en la pantalla. ¿Quién no recuerda aquella impertinente secuencia de «Tener y no tener» en la que Lauren Bacall le decía a Humphrey Bogart: «Si me necesitas, silba»? Pues bien, el día de su boda, quien había encarnado al personaje contemporáneo más romántico de la historia del cine —el Rick Blaine de «Casablanca»— le regaló a su prometida… ¡un silbato de oro!
Tampoco a ellos les separó el Oscar, que el actor obtuvo por «La Reina de África». Asimismo fueron una pareja ejemplar en su vida común: demostraron un valor cívico sin límites cuando se enfrentaron a la «Caza de brujas» que el paranoico senador McCarthy había desatado contra las estrellas de cine, guionistas, músicos, directores...
No menos bien avenidas y constantes han sido otras grandes parejas de Hollywood, como la formada por Paul Newman y Joanne Woodward, cuyo unión duró 50 años hasta la muerte del actor. Alguna vez los dos coincidieron ante las cámaras, como en «Piel de serpiente», y tras ellas, pues Woodward fue la actriz preferida de Newman, quien la dirigíó en dos películas soberbias: «Rachel, Rachel» y «El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas».
Hubo también matrimonios fugaces pero no menos glamurosos o intensos
También se han visto esposos en la pantalla que lo serían de hecho fuera de ella. Ahí está el «matrimonio» compuesto por Spencer Tracy y Katharine Hepburn, pareja que nunca llegó a a darse el «sí, quiero» porque él era un católico de origen irlandés que nunca quiso divorciarse de su esposa formal. Tampoco el Oscar los separó (él había ganado dos: uno por «Capitanes intrépidos», otro por «La forja de un hombre»). Fueron marido y mujer en «La costilla de Adán» y en la última película del actor: «Adivina quien viene a cenar esta noche». Hepburn ganó un Oscar por aquella memorable interpretación, aunque fue una triste distinción, pues Tracy había fallecido en sus brazos tres días después de acabar aquel último rodaje.
P arejas fugaces y mixtas
Hubo también matrimonios fugaces pero no menos glamurosos o intensos y en ambos continentes, como los de Catherine Deneuve y Marcelo Mastroianni; Alí McGraw y Steve McQueen (fugaz por la muerte prematura del actor); Sean Connery y Diane Cilento; o Audrey Hepburn y Mel Ferrer, por citar unos pocos ejemplos.
Y matrimonios «mixtos», así entre directores y actrices, como el de otra pareja tan ejemplar como inseparable: Federico Fellini y Giulleta Masina; o los de Ingrid Bergman y Roberto Rosellini; Brigitte Bardot y Roger Vadim; Ingmar Bergman y Liv Ullman, y ahora, el de Kate Winslet y Sam Mendes, que acaba de romperse. Matrimonios entre productores y actrices como el de Sofia Loren y Carlo Ponti, pareja entrañable y fiel cuya lucha por tener descendencia fue proverbial hasta que dio fruto. Entre actrices y grandes dramaturgos, ahí están la desdichada Marilyn Monroe y Arthur Miller (también fue esposa de la estrella del béisbol Joe Di Maggio)...
Incluso, cuentos de hadas, matrimonios principescos, aristocráticos o presidenciales, como los de Grace Kelly y Rainiero de Mónaco, el de Eva Duarte con el general Perón, el de Tita Cervera y el barón Thyssen, después de que ella antes se hubiera casado con Lex «Tarzán» Barker y viviera con el pícaro actor venezolano Espartaco Santoni; o el tan impensable por espectacular entre Nicolás Sarkozy y Carla Bruni, antes cantante y ya mismo actriz de Woody Allen. Hasta un matrimonio de actores conquistó la Casa Blanca: Ronald Reagan y la pérfida Jane Wyman de «Falcon Crest».
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