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«Yo no hago raï sino rock»

Mestizo y polémico, Rachid Taha mezcla los sonidos de su Magreb natal con el «punk» y el rock. Estas semanas realiza una gira en la que presenta su último disco, «Bonjour»

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Pablo Martínez Pita

Desde el bucólico escenario de Pirineos Sur, en Sallent de Gállego (Huesca), rodeado de un tranquilo lago y de verdes montañas, Rachid Taha lanzó hace dos semanas esta soflama con su voz áspera, en mitad de su trepidante recital: «Aunque hayáis ganado la Copa del Mundo, estáis en la mierda. Europa está en la mierda. El mundo está en la mierda». Sus palabras no fueron lo único contundente. También lo fue la música, como ocurre en cada una de sus actuaciones.

Este airado músico nació en Orán en 1958, y llegó a Francia con 10 años. Cualquier época es mala para la vida de un inmigrante en Europa, pero en aquellos años todavía estaba reciente el proceso descolonizador, lo que añadía un complicado matiz en el caso de un argelino. Todo esto marcó su carácter rebelde y beligerancia política . Por eso dispara sin cuartel sus dardos; para él, las cosas no han mejorado desde su llegada a Lyon: «Siempre es difícil la vida para alguien que venga de mi tierra. Francia es un país racista. Nunca ha sido capaz de digerir la independencia de Argelia».

Para un hombre capaz de poner en órbita a grandes auditorios con su música y poseedor de un discurso provocador, cara a cara se muestra tímido . Sigue fiel a su fama de bebedor incansable; en el año 2000, un medio de comunicación describió su actuación, en este mismo festival, con el siguiente titular: «La tajada de Taha». Por si fuera poco, padece una enfermedad, el síndrome de Arnold Chiari, que le va paralizando un brazo y le dota de unos andares un tanto indecisos, lo que hace pensar a todo aquel que le observa y no conoce esta circunstancia, que ha ingerido más de una copa. En cualquier caso, dos whiskys cayeron en el escaso tiempo que duró la entrevista. Estereotipos de viejo rockero. Gafas oscuras, sombrero y barba de cinco días le dan un aspecto envejecido, sobre todo si lo comparamos a la época en que obtuvo su mayor éxito, con la versión de Rock El Casbah , original de The Clash .

El motivo de la gira que está llevando a cabo es la presentación del disco Bonjour , que tendrá su momento culminante en el Olympia de París, el 10 de noviembre, y en el que parece levantar el pie del acelerador: «Eso es lo que dicen los sordos», contesta, aunque luego reconoce que algo de eso hay. «Es un tipo de energía diferente. Es la fuerza tranquila . Hay un cambio en la manera de abordar las canciones y los textos del disco. Van un poco hacia la energía interior, como si hubiera alcanzado la sabiduría, la madurez. Creo que ahora soy más paciente. Sigo furioso con las cosas que ocurren, pero no pierdo tan fácilmente la paciencia».

Su carrera musical comenzó con el grupo Carte de Séjou r (Permiso de Residencia). En él fijó sus señas de identidad: los sonidos del Magreb mezclados con el punk y el rock . Una evolución del llamado género raï, que nació a principios del siglo XX en la misma cuna de Rachid, Orán. Suburbial, mestizo y polémico , fue prohibido por el gobierno argelino cuando alcanzó su independencia, aunque en los noventa tuvo que reconocer su importancia en la cultura argelina. Su carácter profano o «impío» condujo al asesinato de varios artistas de raï en esa misma década a manos de los fundamentalistas.

¿Oriental o desorientado?

Hoy cuenta entre sus máximas figuras tres músicos que viven en Francia, Khaled , Faudel y al propio Rachid , pero este último es quien ha llevado más lejos su occidentalización, mediante la electrónica y las guitarras afiladas. «¿Qué le queda por investigar?», le preguntamos, refiriéndonos a la música. «Me queda todavía aprender a amar a los demás. No es fácil», responde refiriéndose a otra cosa.

Al mismo tiempo nos sorprende con la siguiente declaración: «Yo no hago raï, sino rock», aunque más tarde matiza que su contribución al género ha sido «llevarlo hacia la modernidad». Una contradicción como la que a veces expone: «¿Soy oriental o estoy desorientado? Hoy me siento más amenazado por la radicalistas franceses que por los árabes. Tenemos un gobierno radical. Radicalismo supino, que llega incluso a contaminar el fútbol. Si un seleccionador no escoge jugadores de origen árabe, como ha ocurrido en el Mundial, es que hay un problema». «Pero en su día Zidane...», le replicamos. «Francia es un país de mierda», concluye sin entrar en más razonamientos.

Siente, sin duda, más cariño por el sur y por las bandas de jóvenes músicos que están llevando a cabo una verdadera revolución en los países del Magreb con la electrónica y el hip-ho p como caballos de batalla: «Efectivamente, hay muchos grupos que están haciendo cosas muy interesantes, por ejemplo en Marruecos. Hoy los jóvenes se lo pasan mejor en el mundo árabe que en Europa. Prefiero estar en Estambul o en Marrakech que en Noruega. En Europa se vive dentro de la esquizofrenia, del miedo. El poder hace que tengamos miedo». Cuando se le señala que en Formigal, lugar pirenáico donde tiene lugar la entrevista, estamos muy tranquilos, contesta que eso «es gracias a que están las montañas que nos protegen».

Hace un par de años, publicó el libro Rock la Casbah con la ayuda del escritor Dominique Lacout, en el que relata su infancia, el desarraigo del exilio y sus grandes éxitos: «Hablaba sobre mis memorias y sobre rock. Fue una experiencia muy dolorosa. Escribir sobre ti mismo es duro. Tienes que alejarte de ti mismo, verte desde fuera, y es muy doloroso».

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