... Y la ley de Arizona, a punto de entrar en vigor

Si nada lo remedia, mañana entrará en vigor la Ley SB1070 del estado de Arizona, que se dispone a tomar las riendas de la política de inmigración en su territorio, y a tomarlas con mano dura: promoviendo la persecución del inmigrante ilegal indocumentado, que podrá ser conminado a mostrar sus papeles —o a confirmar que no los tiene— sin más razón que la sospecha de un policía o debido a su color de piel.

Lo que le faltaba justo ahora a la Casa Blanca de Obama, que ha recurrido la ley de Arizona alegando que es inconstitucional, que invade competencias federales y que rompe la necesaria unidad de acción sobre inmigración. Sobre la mesa de la juez Susan Bolton ha aterrizado también una demanda para bloquear la ley por parte de la musculosa American Civil Liberties Union. Y hasta la de un policía de Arizona, David Salgado, quien alega que el incumplimiento de esta ley le costará el empleo, pero su obediencia siguiendo unos criterios racistas es un comportamiento seriamente castigado en Estados Unidos.

No es fácil saber qué saldrá en limpio de esta ensalada de recursos, que mañana irán acompañados de una serie de protestas y actos de desobediencia civil, dentro y fuera de Arizona. Aunque en los límites de ese estado los inmigrantes ilegales están ahora más pendientes de aprender trucos para burlar la ley que de desafiarla, como con menos riesgo harán varios de sus hermanos en otros lares. En Nueva York está anunciada una larga marcha inmigrante que atravesará a pie el puente de Brooklyn y llevará su protesta al corazón de Manhattan. Y no se descarta que algunos participantes marchen con la maleta al hombro, ya que se espera que muchos otros estados se llenen de refugiados de Arizona y sus familias.

Arizona es el nuevo Álamo, la imagen invertida en el espejo de la historia de aquellos primeros secesionistas texanos que resistieron el asedio del Ejército mexicano y contribuyeron decisivamente a la independencia de Texas, patria chica del presidente Bush.