«Perdidos» entre tendencias
Entre el culto y la moda, las nuevas series norteamericanas cautivan a un público que busca en la pantalla productos exclusivos
No pasó del 25,7 por ciento la cuota de pantalla registrada el pasado lunes por la emisión -presuntamente esperada- del desenlace de «Perdidos», muy por debajo de las cifras que suelen cosechar otras grandes ofertas programadas en horarios intempestivos, como la retransmisión de los encierros de San Fermín o, cuando toca Asia, las carreras de motos o de coches. El medio millón escaso de espectadores que madrugó o trasnochó para compartir esta experiencia televisiva, habitual en los géneros deportivos, pero hasta ahora inédita en el género de la ficción, mantuvo el rasgo de marginalidad que ha definido a su audiencia a lo largo de su penoso éxodo a través de la parrilla de La 2 y, luego, de la Cuatro. Los números no cuadran para explicar el desaforado eco mediático que ha distorsionado, por amplificación, la débil señal de una producción minoritaria, pero cuyo culto internacional la ha transformado en reclamo, asidero o adorno para quienes se empeñan en sintonizar la modernidad en la pantalla. El ejercicio es bastante rebuscado.
De un largo tiempo a esta parte, la ficción televisiva norteamericana se ha convertido en un nuevo y selecto surtidor de tendencias -sobra aclarar que de usar y tirar- con las que marcar territorio y distancias respecto al común de la audiencia, viciada por sus rutinas de consumo. Las series procedentes de la industria de Hollywood representan, paradójicamente, la última frontera de la distinción cultural para quienes antes recurrían a la música indie con la intención de abandonar el mainstream . Así las cosas, Belén Esteban es a la tele lo que David Bisbal al pop y, en paralelo, productos como «Perdidos» son lo que Janelle Monáe al circuito musical alternativo. Estamos a la última.
La trampa resulta evidente para quienes se esfuerzan en seguir al minuto o en falso directo, a deshora y con subtítulos improvisados, la retransmisión de las últimas o penúltimas sensaciones de este presunto y teledirigido underground cultural. En los últimos meses, las víctimas de este fenómeno han pasado de descargarse «The Fringe» a asegurar que «Glee» es una maravilla, pasando por su fase en el animado barrio de «Treme» y su conexión sobrenatural a «Happy Town» . Nadie se acuerda ya de «Mad Men» , o de «Californication» , o de «Flash Forward» , que también eran muy buenas y, sobre todo, muy modernas. No hay más que sintonizar canales especializados como Fox o AXN para comprobar cómo lo que anteayer eran tendencias televisivas cuelgan hoy de las perchas de un outlet en el que todo envejece a la misma velocidad que marca la carrera de sus descubridores hacia ninguna parte. El final de «Perdidos» es el continuará de una serie de despropósitos derivados de la necesidad de apuntarse, cuanto antes, a las tendencias que definen al buen espectador. Y Belén Esteban, de vacaciones.
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