El Nobel de Química va a tres héroes de los antibióticos
Y van tres partos de trillizos de los Premios Nobel de este año: después de que los galardones de Medicina y de Física se repartieran entre tres ganadores cada uno –la mayoría de ellos naturales o ciudadanos de Estados Unidos-, otro tanto ha sucedido con el Premio Nobel de Química, que ha ido a dos estadounidenses (uno nacido en la India) y una israelí. No se les ha premiado por ningún trabajo conjunto sino por cómo sus investigaciones independientes, compitiendo entre sí, consiguieron desentrañar los secretos celulares que han ayudado a desarrollar potentes antibióticos capaces de salvar muchas vidas y de aliviar mucho sufrimiento humano.
Sin duda es un Premio Nobel de Química que viene como anillo al dedo en plena obsesión mundial por el avance de las enfermedades infecciosas contagiosas. El ejemplo de la gripe H1N1 –aunque ésta la causa un virus, no una bacteria, con lo cual no se cura con antibióticos- pone de manifiesto la relevancia de todo avance en la lucha contra el terrorismo celular, la guerra química de la Naturaleza.
Los estadounidenses Venkatraman Ramakrishnan y Thomas A. Steitz y la israelí Ada E. Yonath –la primera mujer que gana un Premio Nobel de Química desde la británica Dorothy Crowfoot Hodgkin en 1964- se reparten el mérito y el honor de haber desarrollado en tres dimensiones y átomo a átomo el mapa de los ribosomas. Los ribosomas son complejos supramoleculares que se encargan de sintetizar toda clase de proteínas –desde la hemoglobina hasta la insulina- a través de las instrucciones del ADN que les llegan a través del ARN o mensajero genético. Este delicado proceso, que se encuentra presente en absolutamente todas las células salvo los espermatozoides, son esenciales para mantener con vida el ADN , es decir, el código sagrado de la vida. Eso es lo que los tres nuevos y flamantes galardonados sacaron a la luz –en estudios que datan del año 2000- usando técnicas de cristalografía de rayos X.
La «personalidad» de las células
El resultado es un íntimo conocimiento de la “personalidad” de las células, por llamarlo de alguna manera, tanto para bien como para mal. Para mal quiere decir que hasta la última bacteria tiene sus ribosomas, y si estos ribosomas no funcionan como es debido, el maligno microorganismo no puede subsistir. Entonces los descubrimientos de Ramakrishnan, Steitz y Yonath han sido clave para la generación de nuevas y más potentes generaciones de antibióticos.
Las investigaciones de los tres Nobel se basan en las teorías de Darwin sobre la evolución y en los importantes trabajos de los científicos James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins. Los dos primeros plantearon por primera vez en los años cincuenta cómo el ADN transmite su información a través del ARN para lograr la síntesis de las proteínas. En 1962 Wilkins ganó el Premio Nobel con su mapa de la doble hélice del ADN. En 2006, Roger D. Kornberg se alzó con el mismo galardón por conseguir estructuras de rayos X que mostraban el proceso desentrañado por Watson y Crick. Lo de ahora significa poner más o menos la última pieza que faltaba para completar el rompecabezas.
Venkatraman Ramakrishnan, nacido en 1952 en la India y poseedor de la ciudadanía estadounidense, se doctoró por la Universidad de Ohio y ejerce en el Laboratorio de Biología Molecular de Cambridge, en el Reino Unido. Thomas A. Steitz nació en 1940 en Estados Unidos, es doctor por la Universidad de Harvard y ejerce en Yale. Ada E. Yonath nació en 1939 en Jerusalén y ejerce en el Instituto Weizmann de Ciencia, que es también donde obtuvo su doctorado, precisamente en Cristalografía de Rayos X.
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