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Pesadilla en la cocina

El descaro de una madre deja a Chicote sin palabras: «¿Ha hecho régimen?»

Aurelia, la madre del dueño del restaurante «Jardín del pensador», se convirtió en la protagonista del programa

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Como cada jueves, Alberto Chicote llegaba a «Pesadilla en la cocina» con la intención de solucionar los enormes problemas que tienen en el restaurante «El jardín del pensador» , en Plasencia (Cáceres), un restaurante en completa decadencia. Su dueño, Feli, consiguió hacerse con el restaurante tras comprárselo a sus antiguos dueños. Pero estaba totalmente endeudado, y aunque lo ha intentado todo su clientela no aumenta.

«Cuando empiezan a venir los proveedores a cobrar y no puedes pagarles es duro. Me arrepiento mucho de haberme metido en este negocio» , comentó a cámara. Uno de los problemas que tiene dentro del restaurante es la falta de respeto que tienen los empleados hacia su jefe. «Si no he cerrado es por ellos, porque llevamos 5 años luchando y han estado a mi lado. Pero como siga así me voy a quitar esto porque me quita la vida» , desveló, mostrando que tiene una imagen muy diferente de la que tienen el resto de sus compañeros de trabajo.

Alberto Chicote , al llegar al restaurante, se quedó alucinado por el mal estado de las instalaciones. «Aquí vendrán los chavales del pueblo a ver si salen fantasmas. Si lo ve Stephen King, dos novelas le caen», comentó. «Cómo se han hecho las cosas tan mal, la gente ha dejado de venir. Se ha creado mala fama», decía Feli sobre el motivo por el que considera que ha llevado el local a la ruina.

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Entre los platos que quiso probar Chicote de la carta, comenzó con una ensalada caprese, a la que le señaló que estaba elaborada con ingredientes «del montón» . Las albóndigas que de sabor «no están mal», pero pecaban de «tiesas y secas». A la hora de comer un dürüm, dijo que la salsa era extraña y que «la carne tiene entre dos y tres días». El último plato, un cochinillo de descomunal tamaño y «seco de cojones».

Uno de los grandes problemas que encontró Alberto Chicote en cada ración era que eran demasiado grandes, algo que facilitaba las pérdidas económicas del local. Pero a la hora de entrar a la cocina salieron más pegas. Para empezar, no tenían puerta de entrada, sino una pequeña gatera. «Han estado los veterinarios encima de mi. Me quitaron la actividad de comida» , comentó Feli, algo que explicaba la superficial limpieza de la cocina. «Está el aceite negro como los cojones de un grillo», dijo al mirar al interior de la freidora. A pesar de ello, no era límite la situación, por lo que cuidando ciertas cosas podían realizar el servicio con normalidad.

Durante el primer servicio en presencia del chef, empezaron a descubrir cómo el gran problema del local residía en la cocina. Chema, el cocinero del restaurante, prefería la tranquilidad a la hora de trabajar, lo que provocaba un enorme retraso en las comandas. «Aquí faltan más cocineros», decía Chema. «No puedo estar hacia un lado o hacia otro», continuó, mientras Chicote veía que no se trabajaba con la suficiente velocidad . Mientras, la tensión entre los empleados y la sala iba en aumento.

«En esta cocina no hay comunicación. No me contestan a lo que pregunto», comentó a cámara Carmen, la ayudante de cocina. Además, los platos tardaban en salir una vez listos, lo que provocaba que la comida se enfriara. Esto provocó que Carmen estallara y fuera la primera en amagar con abandonar su puesto de trabajo. «Madre mía... vaya lío con los kebab», comentaba Chicote alucinando por los gritos que se disparaban de un lado al otro de la cocina. Todo esto, mientras Feli se sentía sobrepasado y era incapaz de llevar las riendas del servicio, decidiendo marcharse a tomar el aire. «¿El descanso del guerrero, no?», le comentó el chef. «Yo ya no se qué hacer», le respondió al cocinero de «Pesadilla en la cocina» .

Ante esta situación, Chicote no tuvo más remedio que decirles que necesitaban organización para poder trabajar. «Nadie dice las cosas, la comanda llega, se canta cuando viene bien. Es un funcionamiento que no tiene sentido ni se puede coger por ningún lado».

Al día siguiente, Alberto Chicote quiso interesarse por el estado económico del dueño del local protagonista de «Pesadilla en la cocina» , que reconoció que tiene una deuda que asciende a los 100.000 euros. «Lo llevo mal. No vivo. No tengo ni para salir al cine , ni para ayudar a mis hijos. Te has tirado todo el día trabajando para no tener una producción. Por suerte tengo una madre que es mi pilar. Sino no podría haber aguantado tanto».

Pero además, en su pasado, Feli tuvo que superar un problema de gran peso. «Me junté a malas compañías y tuve adicción a las drogas desde los 15 años. Estuve 5 o 6 años duros, hasta que conocí a mi exmujer. Se quedó embarazada y fue el detonante para que cambiara mi vida y se terminara. Mi madre lo pasó fatal . Me apoyaba económicamente para que no tuviera que salir de casa».

Aurelia, la protagonista de «Pesadilla en la cocina»

Mientras conversaban, apareció Aurelia , la madre de Feli, que le sacó los colores a Alberto Chicote. Después de reconocerle los duros momentos por los que tuvo que pasar su hijo, empezó a hablar, sin filtros, al cocinero. «Yo le veo a usted muchas veces en la tele. Tiene buen corazón porque le veo a usted que es bueno, pero tiene un genio… que hace a toda la gente llorar allí. ¡Que le he visto yo! ¡Que lloran!», le comentó Aurelia.

Pero la madre de Feli también quiso reconocerle el gran cambio físico que sufrió. «Está usted que no parece el mismo», le dijo. «¿Ha hecho régimen? Porque yo le veía en la tele y ¡madre mía!... Gordo, ¿dónde va a parar? Está mucho más guapo», espetó sin ningún tipo de filtro ante el responsable de «Pesadilla en la cocina».

Durante el segundo pase, los nervios empezaron a saltar antes de comenzar prácticamente. Carmen, la ayudante de cocina, era la primera que saltaba. Los comensales, de hecho, se quejaron hasta en tres ocasiones de que una parrillada de carne estaba, en todos los pases, cruda. Los problemas en cocina continuaban, los comensales se quejaban y, mientras, los gritos de Feli, que intentaba, en vano, organizar el servicio, servían de entretenimiento a los clientes. Juanlu era el único que parecía sentirse afectado por la situación. «Es vergonzoso» , comentó a cámara.

La tensión explotó entre Feli y Juanlu. El dueño del local le espetó «vete a tomar por culo, sobras aquí. Si no estás agusto, a tomar por culo», algo que Juanlu siguió a rajatabla. Tras dar un golpe en la puerta, se marchó del local , lo que provocó que el dueño del restaurante le siguiera detrás, y tras pedirle casi de rodillas que volviera, el camarero accedió a regresar.

El tiempo se acababa y nada hacía pensar que se pudiera encontrar una rápida solución para el restaurante. Al día siguiente, Chicote volvió a verse con Feli en el lugar en el que rezaba para superar su adicción a las drogas. «Esto es como un juego de niños en comparación con tu adicción», le comentó el chef antes de volver a recibir a Aurelia, la madre de Feli.

«Me ha contado lo importante que es usted en momentos de desesperación», apeló Chicote a Aurelia. «Si, porque ha tenido días de todo. Mejor ni recordarlo. Ha tenido muy mala suerte aunque sea muy trabajador», le contestó. «Te quiero pedir perdón por todo el daño que te he causado» , le dijo Feli a su madre. Mientras, la reforma del local se iba realizando, que supuso un antes y un después para el personal, sobre todo por disponer de puerta de acceso a la cocina. La reforma también afectó directamente al jardín, que estaba bastante abandonado, y una reforma integral de la carta.

La reapertura era clave. «Feli tiene todo para que su restaurante triunfe, pero el cambio más grande tiene que venir de él. Tengo confianza en que lo logre», comentó Chicote antes de comenzar el último servicio del programa. Además, antes de empezar el servicio, Aurelia volvió para entregarle un táper de cabrito a Chicote.

Sin embargo, desde el comienzo del servicio, comenzaron los problemas. Y es que, aunque le cantaban a Feli que los cocineros habían escuchado las comandas, estos no sabían que se había platos preparar . Además, Feli también pecaba de perderse en la cocina.

Para intentar echar una mano y meter presión a la cocina, Juanlu intentaba acelerar el proceso, algo que disgustaba tanto a Feli como a Chicote. El descontrol continuaba , y nadie podía hacerse con la situación. El chef intentó que Feli despertara de su letargo, algo que consiguió que fuera mejorando el servicio. Al final, se consiguió encontrar la dirección en la que debe de continuar el restaurante para que este pueda encontrar una solución económica. Ahora depende de Feli y el resto del equipo para que puedan sobrevivir después de la marcha de Chicote y de «Pesadilla en la cocina» de sus vidas.

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