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'La casa de papel', un Gran Hermano con pistolas

Como la trama tiene que avanzar despacito, los personajes recuerdan mucho: han perdido la líbido, pero han ganado memoria. Se acuerdan de sus novios muertos, de sus amigos muertos, de cuando eran felices. Son más nostálgicos que la izquierda rojiparda

Los protagonistas de 'La casa de papel' Netflix
Bruno Pardo Porto

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'La casa de papel' empezó fingiendo ser una serie de atracos y acabó revelándose como un Gran Hermano con pistolas. Encerraron a un montón de personajes pintorescos en la Casa de Moneda y Timbre a imprimir billetes y esperaron a ver qué pasaba. Y pasó lo de siempre, claro: es más fácil robar dos mil cuatrocientos millones de euros que renunciar a un orgasmo .

Era maravilloso, porque ahí estaba todo: lo apolíneo y lo dionisiaco, la razón y el deseo, el músculo de arriba y el de abajo. El Profesor demostraba hasta dónde podía llegar la inteligencia humana, y mientras tanto sus alumnos se desfogaban en un edificio público. Lo hacían en todas partes: en la cámara acorazada, en los baños, en los despachos. Y mientras tanto ganaban dinero a manos llenas. Parecían futbolistas. O corruptos.

Luego entraba la policía y se liaban a tiros . Algunos morían y otros se declaraban amor eterno . También recordaban noches más o menos locas. Toda la historia, por cierto, la narraba Tokio (Úrsula Corberó) con voz de piti de después. A veces incluso de antes. Esto desconcertaba, pero no molestaba.

Llegado el momento el Profesor te explicaba que no había mucha diferencia entre lo que hacían ellos y lo que hacía el Banco Central Europeo. La única es que ellos, sus chicos, eran más guapos. Por eso eran los buenos. También cantaban 'Bella Ciao' . Por eso eran de izquierdas.

Lo importante, al cabo, no era el dinero (qué vulgaridad), sino con quién iba a gastárselo cada uno. Entraron solteros y se fueron en pareja. Es como si hubieran acudido a un cursillo prematrimonial. He aquí la moraleja: es mejor robar que hacerse Tinder .

Repetir el éxito

En fin, pasó el tiempo y Netflix decidió que había que volver a repetir el éxito, así que los guionistas se pusieron manos a la obra y apuntaron más alto: ahora tocaba hacerse con el oro del Banco de España. ¿Por qué? Porque sí, principalmente. Porque un ladrón solo es feliz robando y porque Netflix solo es feliz si ingresa mucho .

A estas alturas los personajes ya llevan metidos en el Banco de España veintiún episodios, y todavía no han terminado su trabajo: quedan otros cinco más, que llegarán en diciembre. La serie sigue siendo como Gran Hermano, solo que ahora disparan más y hablan menos. También se apuntan mucho a la cabeza. Por cualquier discusión. Parece que es su forma de pedir turno de palabra. A alguien dentro de la producción le gusta mucho Tarantino.

Ahora disparan más y hablan menos. También se apuntan mucho a la cabeza. Por cualquier discusión. Parece que es su forma de pedir turno de palabra. A alguien dentro de la producción le gusta mucho Tarantino.

Como la trama tiene que avanzar despacito, los personajes recuerdan mucho: han perdido la líbido, pero han ganado memoria. Se acuerdan de sus novios muertos, de sus amigos muertos, de cuando eran felices. Son más nostálgicos que la izquierda rojiparda.

Hay otras cosas curiosas. Por ejemplo, a Nairobi (Alba Flores) la persigue un guardia de seguridad con pinta y maña de asesino a sueldo ( Gandía , se llama) y dice que siente el mismo miedo que una mujer cualquiera que vuelve sola a casa por la noche. El mismo. En la primera parte de la serie tenían un violador en la banda. Trabajaban codo con codo con él.

También hay un personaje transexual que solo es transexual y ya está. De hecho, está a punto de morir y lo que hace es recordar qué poco caso le hacía su padre cuando le decía que se sentía mujer: ella le pidió una caja de maquillaje y él le regaló una de herramientas. Y así.

Como ahora matan más, como están en guerra contra el Estado, nada menos, los personajes nos tienen que convencer de que son buenos, porque ya no son tan guapos. También son ricos, por supuesto, pero por lo que sea ese detalle sobraba. Eso siempre sobra.

Estas situaciones son un poco como cuando en 'Los Serrano' anunciaban leche Puleva en el desayuno. Así de forzado. Quién sabe, a lo mejor todo acaba y es un sueño de Tokio .

Como ahora matan más, como están en guerra contra el Estado, nada menos, los personajes nos tienen que convencer de que son buenos, porque ya no son tan guapos. Ahí va el gran argumento: «Nosotros, que somos un puto desastre social, que somos los grandes marginados de la historia: trans, delincuentes, arrabaleros, gays, balcánicos, latinoamericanos. ¿Qué carajo nos van a decir a nosotros lo que es perder? ». También son ricos, por supuesto, pero por lo que sea ese detalle sobraba. Eso siempre sobra.

El alegato en cuestión lo escuchamos cuando el ejército va a entrar en el Banco de España. No es que sean malos, los militares, es que parecen sacados de una rave de empleados de ‘Desokupa’. También tienen algo de las hienas de ‘El rey león’, por las risillas. Hay una soldada que lleva un top de camuflaje: aún no nos han contado para qué sirve eso.

El pueblo está con los ladrones y, por lo que sea, se quedan toda la serie aplaudiendo a las puertas del Banco de España. Aplauden un secuestro porque es cool. Suponemos que es gente con mucho tiempo libre, aunque hay que reconocer que el atraco engancha .

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