La
casa
Por
Carmen Fuentes
La
residencia del Príncipe de Asturias que se levanta en el recinto
del Palacio de la Zarzuela, conocida como «El pabellón
del Príncipe», es una vivienda de aspecto más o
menos rural, que dista un kilómetro de la de sus padres los Reyes.
Protegida por el mismo sistema de seguridad del Palacio de La Zarzuela,
y que Patrimonio Nacional se ha encargado de construir y gestionar mediante
una dotación especial sacada de los presupuestos generales del
Estado.
Es un edificio pensado por los arquitectos de Patrimonio, capitaneados
por Manuel del Río, y enclavado en el monte de El Pardo, a las
afueras de Madrid. Un edificio que ha tratado de respetar el entorno
natural, en armonía con el Palacio de La Zarzuela. Juan Gómez
de Mora, gran arquitecto que configuró lo más monumental
del Madrid de los Austrias, ideó este palacio en el siglo XVII,
con trazado a la italiana, en el que se estrenaron las primeras zarzuelas
(de ahí su nombre). Después se utilizó como pabellón
de caza de los Reyes, y hoy es residencia de Don Juan Carlos y Doña
Sofía. Un palacio de ladrillo visto y al estilo de las villas
que construyó Palladio.
Fue en noviembre de 1999 cuando el Gobierno de José María
Aznar hizo público que el Heredero de la Corona contaría
en el plazo de unos años –dos o tres– con su propia
residencia. Esta decisión gubernamental venía a entroncar
con una vieja costumbre de nuestra Monarquía, desde la instauración
de los Borbones en el Trono de España con Felipe V, de que los
Príncipes de Asturias, los que no nacieron Reyes o fueron coronados
muy jóvenes, tuvieran sus espacios propios, su «casa»,
dentro de los palacios de la Corte española. Como la boda de
Don Felipe se suponía próxima, y por aquello de que «el
casado casa quiere», el Gobierno decidió hacerle una residencia,
a la que el Heredero de la Corona se iría a vivir estuviese o
no casado.
En Patrimonio Nacional recayeron las competencias de las obras, por
abarcar este organismo todo aquello relacionado con la gestión
y administración de bienes «afectados al uso y servicio
del Rey y miembros de la Familia Real para el ejercicio de la alta representación
que la Constitución y las leyes les atribuyen», según
el artículo segundo de la Ley 23/1982.
Las obras comenzaron en 2000 y el lugar del emplazamiento fue una decisión
adoptada entre Patrimonio y el propio Príncipe de Asturias, que
estuvo en todo momento interesado y pendiente de los múltiples
detalles, tanto los que afectaban a la construcción como a la
decoración, llegando incluso a comentar que se había hecho
«un experto en grifería, picaportes, interruptores de la
luz...».
Para decorar la vivienda se invitó a los interioristas españoles
a que participasen en un concurso. A él acudieron prestigiosos
profesionales con preciosos proyectos, pero los que más gustaron
a Patrimonio y al Príncipe fueron los de Francisco Muñoz
(que se ocupó del comedor, el saloncito contiguo, el despacho
del Príncipe, el de su ayudante y la planta superior, la de los
dormitorios) y Patricia Sanchís (que decoró el salón).
Para la jardinería se optó por la paisajista María
Mérida, que lleva años a cargo de los jardines de Patrimonio.
La vivienda –que pasa a engrosar el Patrimonio Nacional– tiene
1.771 metros cuadrados útiles, divididos en cuatro plantas: un
semisótano (para la zona de servicios), una planta baja (de carácter
oficial), un primer piso (zona privada) y una buhardilla, aún
vacía, que se irá habilitando según las necesidades
de los Príncipes de Asturias. El edificio –con un ligero
toque de casa rural castellana–, y todas sus dependencias, ha costado
4.237.135 euros (750 millones de las antiguas pesetas), cantidad que
incluye trabajos de albañilería, fontanería, electricidad,
seguridad y parte de la decoración, especialmente la de la zona
«íntima», porque la otra, la oficial, y según
es costumbre en las casa de Patrimonio, ha sido decorada combinando
muebles y cuadros de esta institución con otros nuevos.
Planta
«oficial»
La parte baja, el semisótano, tiene una extensión de 780
metros cuadrados y allí se halla la cocina principal, para atender
las comidas oficiales y recepciones, cuatro dormitorios con sus baños,
una sala de estar y un comedor (para el servicio), la lavandería
y un almacén.
La planta de la calle, con 568 metros cuadrados, alberga la parte «oficial».
A ella se accede desde un pequeño jardín con un estanque
de tres surtidores. Una pequeña entrada, con suelo de granito
y madera, da acceso al vestíbulo, distribuidor de las estancias,
del que sale una amplia y bonita escalera de caracol, con barandilla
de hierro y madera de aire modernista, por la que se accede a la planta
de arriba, a la planta privada, donde está la verdadera vivienda
del Príncipe. En este distribuidor, de suelo de mármol
blanco y taquería de madera, hay un gran tapiz del siglo XVII,
de la escuela de Bruselas, dos consolas de estilo y tres cuadros de
Fernando Brandilla, un pintor italiano a quien le entusiasmó
reflejar en sus lienzos los Reales Sitios de España. Las paredes
lisas son de color piedra. El techo, muy alto, es de madera.
Desde el vestíbulo se accede al salón principal u oficial
de la residencia, un amplio y luminoso espacio con maravillosas vistas
al monte de El Pardo, decorado por Patricia Sanchís, quien ha
conjugado muebles y cuadros modernos y antiguos. Un retrato de Don Alfonso
XIII, pintado por Joaquín Sorolla, y el paisaje «La ría
de Aranjuez», de Santiago Rusiñol, decoran las paredes
en tono vainilla –al igual que las cortinas–, en las que también
tienen cabida otros cuadros modernos, de pintura abstracta, en perfecta
armonía con los objetos del salón. Varios juegos de sofás,
dos de ellos de estilo Chester, tapizados en terciopelo de pana del
mismo color vainilla, se alternan con sillones a fin de crear diferentes
estancias o ambientes dentro del mismo espacio. Estancias que se consiguen
gracias a otros sofás, en tono gris, a juego con unos sillones
de terciopelo color piedra, que se apoyan sobre la gran alfombra de
la Real Fábrica de Tapices que cubre el suelo.
Mesas de marquetería de caoba y limoncillo, cajas chinas, otros
muebles clásicos de diferentes épocas, procedentes de
los fondos de Patrimonio, y algunos objetos personales del Príncipe
completan este salón principal que tiene acceso al comedor y
al jardín. Precisamente en el jardín hay otro comedor
de verano y amplios espacios al aire libre, bajo el porche, con modernos
sofás en hierro gris con tapicería cruda. Las plantas,
en enormes maceteros de terracota, adornan la estancia.
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