La
nueva boda de la diadema de Doña Sofía
Tenía
que ser ésa. Doña Sofía la había lucido
el día de su boda, pero ninguna de sus dos hijas, las Infantas,
se había casado con ella. Parecía que esta diadema, una
elegante joya de estilo imperio, estaba esperando el momento de volver
a brillar con luz propia
FERNANDO RAYÓN/
Doña Letizia, que había reconocido el modelo impagable
de Doña Sofía, eligió entre las joyas familiares
precisamente ésta. Sin duda, a Doña Sofía le habrá
hecho ilusión prestársela para esta ocasión. Su
historia se lo merecía.
Esta
elegante joya de estilo imperio fue uno de los regalos de boda del Káiser
Guillermo II de Alemania a su única hija, la Princesa Victoria
Luisa de Prusia, cuando ésta contrajo matrimonio, en 1913, con
el Heredero de la Casa de Hannover. Guillermo II regaló a su
hija las magníficas joyas que en su día Prusia arrebató
a la Casa Real de Hannover, alhajas que volvían así a
sus legítimos propietarios. También encargó otras
joyas, de nueva factura, entre las que estaba esta singular diadema,
realizada por el joyero alemán Koch.
En
varias ocasiones se ha dicho de ella, erróneamente, que es de
factura helénica. Nada tenía que ver con Grecia cuando
fue confeccionada, aunque su historia la acercaría a aquel país.
Victoria Luisa se la regaló a su única hija, Federica,
cuando contrajo matrimonio, en 1937, con el entonces Príncipe
Pablo de Grecia. Con ella posó en su fotografía oficial
del enlace.
La
Reina Federica se la regalaría años después a su
hija, Doña Sofía, cuando se casó con Don Juan Carlos,
en 1962, aunque anteriormente ya la había lucido en múltiples
ocasiones, como en su puesta de largo o en algún viaje oficial
que realizó acompañando a sus padres.
Es
quizá por ello una pieza muy querida para Doña Sofía,
que la lució, siendo Princesa de Asturias y luego Princesa de
España, en múltiples ocasiones. También la ha prestado
a sus hijas, las Infantas, con motivo de alguna cena de gala en el Palacio
Real de Madrid. Sin duda, este valor familiar y sentimental ha pesado
en la elección de doña Letizia, también por su
ligereza y aire clásico, tan conveniente a su vestido y al velo
que sujetaba la tiara.
La
plata y los brillantes de la diadema combinaban perfectamente con los
pendientes, regalo de boda de los Reyes de España, consistentes
en unos aretes de platino que incluían siete diamantes. De elaboración
moderna, pero de aire clásico, colgaban ligeramente sobre el
rostro de la nueva Princesa de Asturias con un ligero movimiento.
No
lucía más joyas Doña Letizia. El vestido de Pertegaz
cubría sus muñecas y no se apreciaba pulsera alguna. Los
bordados del modelo quizá eran suficiente adorno. Tampoco las
invitadas, siguiendo el protocolo, evitaron las grandes joyas. Doña
Sofía se adornó con un collar de brillantes y esmeraldas,
a juego con los pendientes, y sujetaba su mantilla española con
un broche de brillantes, con forma de mariposa, que perteneció
a la reina Victoria Eugenia y del que colgó, durante mucho tiempo,
la perla que la esposa de Alfonso XIII creía La Peregrina.
Doña
Letizia acertó, también, con la elección de sus
joyas.
Fernando
Rayón es autor, junto a José Luis Sanpedro, de «Las
joyas de las reinas de España».