Las
joyas de "pasar"
por Fernando Rayón
Doña
Letizia Ortiz recibirá, como todas las novias, numerosos regalos
de boda entre los cuales figurarán algunas joyas. Pero, cuando
sea Reina, herederá un tesoro aún mayor: las piezas que,
gracias a una decisión de la Reina Victoria Eugenia, quedaron
vinculadas al Jefe de la Casa Real Española y que, algún
día, serán propiedad de su esposo, el futuro Felipe VI.
Son «las joyas de pasar». La historia de estas piezas comienza
con la venida a España de la propia Victoria Eugenia.
Su llegada a la corte madrileña supuso todo un cambio en las
costumbres y tradiciones palatinas. La Princesa de Battenberg era titular
de una dote de cierta entidad que, en lo referente sólo a joyas,
ascendía a 1.147.286 pesetas con 40 céntimos, cifra importante
para aquellas fechas. A esta cantidad habría que sumar las alhajas
recibidas como regalo de bodas, efectuado por parte de Don Alfonso XIII,
y que, según tasación realizada en 1906, con ocasión
de sus esponsales, ascendían a 1.158.000 pesetas. La suma total
de más de 2.300.000 pesetas era verdaderamente astronómica:
teniendo en cuenta que el sueldo anual de un alto cargo palatino de
aquellos años ascendía a tres mil pesetas, las joyas de
Doña Victoria Eugenia equivalían al trabajo de un año
de mil funcionarios de esta índole.
Entre las alhajas que le regaló Alfonso XIII, las piezas son
enormemente representativas, y muchas de ellas alcanzaron fama internacional.
Son:
–Una pequeña corona real, completa, obra de Cartier, valorada
en 130.000 pesetas, de 7,5 centímetros de diámetro en
su base. En la parte baja lucía cuatro esmeraldas rectangulares,
cuatro rubíes y ocho brillantes de regular tamaño y ocho
ornamentos de brillantes más pequeños. De la base se elevaban
ocho florones de los que partían otras tantas diademas que se
unían en un orbe rematado con una cruz, todo ello cuajado de
brillantes. Es la que porta la Reina en el cuadro de Comba que durante
años se conservó en el Palacio Real de Madrid, y que refleja
una de las recepciones celebradas en ese Alcázar con motivo de
las nupcias. En los años siguientes, la Reina Victoria solía
utilizarla en las ceremonias de apertura de Cortes y con ella se retrató
en un conocido lienzo de Álvarez de Sotomayor.
–Un medio aderezo compuesto por el collar de perlas de la Reina
Mercedes, al que se le habían retirado cuatro de ellas, y un
colgante de lazo cuajado de brillantes, descrito en su momento como
de estilo Luis XV, que lleva en su centro una gran perla casi esférica
de 85, 25 gramos y del que pende otra gran perla, en forma de pera,
cuyo peso es de 218,75 gramos. Todo el conjunto estaba tasado en este
momento en 750.000 pesetas. Esta última perla es la que la Familia
Real española considera como la «Peregrina», y Ansorena
modificó su engarce para que pudiese colgar del collar antes
descrito o de un broche, con una perla rodeada de brillantes, que han
lucido con frecuencia la Condesa de Barcelona y la Reina Doña
Sofía.
-Una diadema de brillantes, algunos excepcionales, con tres flores de
lis, realizada por la casa Ansorena, y a la que se adjudica un valor
de 110.000 pesetas.
-Un collar rivière con 30 grandes brillantes montados a la rusa
-en chatones con garras esaltadas a lima- sobre platino, también
de la firma Ansorena, y tasado en 145.000 pesetas.
-Unos botones de brillantes, denominación que en la época
se daba a los pendientes que no cuelgan, igualmente debidos a los talleres
de Ansorena, se valoraron en 23.000 pesetas.
A esta fortuna en joyas, habrán de añadirse los regalos
hechos por otros miembros de la Familia Real. La Reina Madre, Doña
María Cristina, le regalará una diadema de brillantes
y perlas, de gusto rococó y un buen collar de gruesas perlas
de seis hilos; la Infanta Doña María Teresa, colgante
y pendientes de rubíes y brillantes; la Infanta Doña Isabel,
otro colgante, de zafiros y diamantes; y el Príncipe viudo de
Asturias, Don Carlos, un brazalete de rubíes y brillantes, piezas
estas últimas que corrieron suertes distintas.
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