Un padre le insiste a su hijo para que no continúe bajo el sol e intenta resguardarle, pero eso le aleja de la puerta por la que harán su entrada triunfal los jugadores. El niño no se mueve y allí se queda con su camiseta de Pau Gasol. Una señora ata en la cabeza de su marido un jersey. Él no quiere perder su sitio, que ganó cuando «aquí había sombra». Otros se abanican con lo primero que encuentran. A pesar del intenso sol todos resisten en la Plaza de Callao. El calor no asustó a los muchos españoles que se dieron cita en el centro madrileño para recibir a los nuevos campeones de Europa.
El reloj marcaba las 13.35, la ansiedad llegaba a su punto máximo, y los pupilos de Sergio Scariolo, procedentes de La Moncloa, aparecían por detrás del cristal de las puertas del Cine de Callao como espiando al público que les esperaba. Todo estaba listo para que saltaran a la plaza, como tantas veces lo hicieron durante el Eurobasket al parqué, pero esta vez con un sabor más que especial. De mayor a menor número de dorsal y con la preciada medalla de oro en el pecho, los jugadores fueron presentados cual estrellas de cine. La gente gritaba sus nombres y los aclamaba con el cántico de «campeones de Europa». Uno a uno fueron apareciendo y recorriendo un pasillo entre la gente que se debatía entre la difícil decisión de chocar la mano de sus ídolos o retratar el momento.
Ya en el escenario llegó el momento de las palabras. Felipe Reyes fue el primero. El jugador del Real Madrid y capitán de la selección comenzó agradeciendo a la afición. «Sois muy grandes, sin vuestros mensajes no estaríamos aquí», dijo y así se ganó su tercera gran ovación del día. «Ante Francia nos han llegado muchos mensajes de apoyo y nos habéis puesto la piel de gallina», añadió. Muy cómodo en su rol de presentador consultó con el público: «¿Quién es el más grande?» para que el público aclamara, una vez más, a su estrella. «¡MVP!» sonó a coro mientras Pau Gasol agradecía una de las tantas muestras de cariñoque recibió a lo largo de la fiesta. «Es un equipo muy especial, esto es una maravilla y estamos muy felices de haberlo conseguido», dijo. Su cara de felicidad hablaba por sí sola, como si aquel jugador de más de dos metros de altura, laureado al por mayor, estuviera disfrutando como la primera vez.
Rudy Fernández también tuvo su momento. El jugador del Real Madrid continuó la línea de los agradecimientos, pero además sumó un gracias especial. «Quiero que vengan aquí los fisios y los médicos, para mí han sido una parte muy importante para que haya podido estar bien y les debo mucho por todo lo que han hecho por mí en este campeonato», dijo el balear, que sufrió problemas de espalda durante todo el torneo.
Uno a uno, algunos más cómodos que otros, fueron ocupando el centro del escenario. Incluso se animó Nikola Mirotic. El hispano-montenegrino agradeció a sus compañeros y cuerpo técnico por haberle hecho sentirse un «español más» y hasta terminó cantando «yo soy español» con el público.
Abrazados y unidos, como a lo largo del torneo, los integrantes de la selección española ofrecieron la copa a su gente. Felipe Reyes contó hasta tres, respiró hondo, y alzó el trofeo para el delirio del público y de sus compañeros. Una imagen calcada de la que se vio en Francia después de la final ante Lituania. Papeles rojos y amarillos pintaron el cielo mientras sonaba la canción de los campeones. La fiesta acaba de empezar para los «Héroes de Europa».