La retirada española

Presentación de Zapatero del Manifiesto contra le guerra el 11 de febrero de 2003. (JOSÉ MARÍA BARROSO)

Presentación de Zapatero del Manifiesto contra le guerra el 11 de febrero de 2003. (JOSÉ MARÍA BARROSO)

El «bautismo» de Zapatero

ISRAEL VIANA / ÉRIKA MONTAÑÉS

Al estallar la guerra de Irak en marzo 2003, el entonces secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, recogió el mensaje que había movilizado mayoritariamente a la ciudadanía española contra la guerra de Irak y, a las pocas horas de conocer el primer bombardeo sobre el país árabe por aviones norteamericanos, realizó una declaración institucional en Ferraz para «exigir al Gobierno de José María Aznar que no autorizase el uso de las bases militares y retirase las tropas de la zona de conflicto». Declinaba, de forma expresa, la mano tendida por el jefe del Ejecutivo para consensuar una postura común con el principal partido de la oposición. «Hoy, cada bomba ha atentado directamente contra los valores y los principios de la democracia y del orden jurídico internacional [...]. Hoy, cada bomba ha sembrado la semilla del odio en millones de seres humanos».

Desde este 20 de marzo, la retirada de los soldados españoles de Irak se convertía en la medida estrella del programa con el que concurriría el PSOE a las elecciones generales un año después. Esa misma tarde, tras la intervención de Zapatero, representantes de diversos colectivos pacifistas, asociaciones de actores, sindicatos y organizaciones civiles entregaron en el Congreso 800 paquetes con más de dos millones de firmas contra el conflicto bélico. «Los socialistas están con ellos», coreó Zapatero. Y la adscripción del PSOE a las motivaciones que inspiraron el movimiento del «No a la guerra» fue absoluta.

A pesar de ocupar ese lugar prioritario en su programa, la carrera electoral hacia el 14-M avanzaba, a priori, con ventaja en las encuestas para el PP, en el que Mariano Rajoy relevaba a Aznar. Fue la campaña que el líder socialista comenzó en León. Fue también la campaña de las «foto-charlas» de Zapatero al estilo del británico Blair y en la que irrumpieron las siglas ZP como acrónimo de su nombre. «Merecemos una España mejor», se coloreó sobre un fondo blanco y rojo en esta campaña que el PSOE llamó la «campaña de la gente», la de los contrarios a la guerra, para más señas.

El día de presentación de su proyecto, Zapatero cogió el toro por las cuernos, prometió retirar los soldados de Irak si salía victorioso el 14 de marzo y fijó plazos: «Si el 30 de junio la ONU no ha tomado las riendas de la situación, las tropas españolas volverán».

El 11-M irrumpió en campaña y desbancó hasta la encuesta más pintada. El dirigente leonés juró su cargo el 17 de abril, sábado, ante el Rey. 24 horas después dio la orden de retirada y el lunes compareció para anunciar que España se replegaba definitivamente de Irak. La intervención recabó minutos en telediarios de todo el mundo. Por eso, la escenografía estuvo especialmente cuidada: no se admitieron preguntas y estuvo acompañado por la vicepresidenta primera María Teresa Fernández de la Vega y el ministro de Defensa, José Bono, que estrenó su cargo con la iniciativa.

«Hacer honor a la palabra dada»

El regreso del contingente se hará «en el menor tiempo y con la mayor seguridad posibles», dijo Zapatero, que recordó que en marzo de 2003 había adquirido este compromiso «público», reiterado en campaña y durante su investidura. «Responde a mi voluntad de hacer honor a la palabra dada», argumentó el recién electo, y justificó su pronta decisión añadiendo que con la información de la que disponía el Gobierno no era «previsible una resolución de la ONU» por la que se hiciese cargo de la situación en Irak. Sin control de la ONU, el PSOE no podía permitir, dijo, que los más de 1.300 soldados españoles permaneciesen allí por más tiempo.

Meses después, el 8 de junio de 2004, Naciones Unidas aprobó la resolución 1546 que, pese a ser considera insuficiente por Zapatero porque no otorgaba el control militar a la ONU, obtuvo el respaldo final del Gobierno de España.

«El proceso de retirada se ha iniciado y se va a culminar con rapidez», afirmó Bono tras el primer Consejo de Ministros. El albaceteño informó el 21 de mayo al presidente del Gobierno de que su promesa estaba cumplida, ya que a las 14.57 horas el general José Muñoz había sido el último en abandonar suelo iraquí.

23 de abril de 2006: dos años después del repliegue. Zapatero se presenta ante 20.000 simpatizantes en el Palacio de Vistalegre y se vanagloria de su primera decisión, largamente preparada y meditada: «Nunca se volverá a apoyar una guerra ilegal y llevar a los soldados adonde no quieran el Parlamento y los españoles». La ovación hace que el recinto casi se venga abajo.