Rafa Nadal

El gran jugador

JOSÉ MANUEL CUÉLLAR

Hay tipos así: uno lleva diez años jugando al golf y lo único que parece es un borracho: bola izquierda, bola derecha, como si maldita redonda estuviera viva, que probablemente lo esté la muy canalla. Pero luego llega alguien como Rafa Nadal, que no tiene tiempo ni posibilidad alguna de jugar con regularidad a esto, y le pega un drive de doscientos metros casi sin haberlo ensayado. Y al centro de calle. Porque sí. Sin tener que pelear con los arbustos o tirar entre charcos o bucear en el agua. Claro, a uno lo primero que le entra en el cuerpo es ganas de estrellarle el grafito en la cabeza, por listo. Rafa es así: un jugón.

Está todo el año viajando de un lado para otro, sin apenas descanso. De vez en cuando tiene un rato libre y se va a jugar algún torneo benéfico (acaba de disputar el Torneo Renault Llucmajor, a beneficio de ADAA, una asociación sin ánimo de lucro de ayuda al acompañante de enfermos en las Islas Baleares), y sin embargo, en tres o cuatro torneos que ha jugado ya tiene un 9,6 de handicap. Incluso se dice que habría logrado bajar a ocho en el periodo que estuvo lesionado a primeros de año.
 
Tiene Rafa esa facilidad innata para los deportes que suelen poseer los grandes campeones. Juegue a lo que juegue, lo hace bien. No obstante, un día comentó a este diario que algo a lo que no había jugado nunca era a las palas de playa, "no por nada, es que nunca me ha llamado la atención". Pero el golf le gusta mucho, lo juega muy bien y sobre todo tiene una pegada larguísima, mucho músculo y mucha velocidad, además de una coordinación extrema. Como los grandes pegadores, no tiene tanta habilidad en el green, pero se defiende con mucha astucia en las caídas y cuestas, pues las lee bien.

Pero no es el golf la única afición semioculta de Rafa. Es sabido que le gusta mucho la pesca, pesca sencilla, de caña e hilo. Sus ratos de ocio los ocupa en coger su barca (no es de remos, pero tampoco el barco de Florentino) para irse con su novia Xisca y sus amigos a pescar. Ahí no parece que sea tan bueno, aunque ya se sabe que en estos quehaceres influye más la suerte que otra cosa.

Empero, la mayor afición de Rafa es el fútbol. Y aquí también es un jugón, casi demasiado. Juega de extremo izquierdo y es lo que se dice un chupón de armas tomar. Pero de los de verdad. Le das el balón y olvídate de él. Se sube encima de él, da giros de un lado para otro, mete los codos y con lo grande que es acaba haciéndose un hueco para el disparo. Pero no tira, es de los que quiere meterse con el balón dentro. El clásico tipo que acaba cabreando al rival, a los compañeros y hasta al árbitro porque necesita un balón para él solo. Y encima luego es de los que dicen que "es que no te he visto". Claro, si no levanta la cabeza, pero como lo dice con una sonrisa te acaba desarmando.

Eso sí, se mosquea si pierde, y de qué manera. Es conocido que uno de los mejores entrenamientos complementarios para el tenis es el fútbol-tenis. Se trata de dos jugadores en cada lado de la pista y una bola de tenis que hay que tocar con la cabeza y los pies pasándola al otro lado de la red. Sólo se permite un bote y así se intenta superar al contrario. Rafa suele ir con Rafa Maymo, su fisioterapeuta. Enfrente, su tío Toni y Carlos Costa, su manager. Si falla alguno se mete su jefe de prensa, Benito Pérez Barbadillo, que es como Drenthe en jerezano, es decir, una maleta. Maymo tampoco es Cristiano Ronaldo, así que es fácil que Rafa pierda los partidos. Mal asunto, ya tiene bronca durante todo el día, enfadado como los niños pequeños, tal cabeza de ganador tiene...