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Durante sus 28 años metido en la arena de la política madrileña, Alberto Ruiz-Gallardón (Madrid, 11 de diciembre de 1958) ha capeado los cargos de concejal en el Ayuntamiento de la capital en 1983, también fue senador en 1989 y 1993 y fue elegido diputado de la Asamblea de Madrid en 1987 y 1995. Cinco mayorías absolutas posteriores en la Comunidad de Madrid y en el Consistorio -que ha querido«mover» hasta uno de sus edificios preferidos de la ciudad, el Palacio de Cibeles- han acreditado la carrera de este fiscal de oposición hasta entrar en el puesto número 4 de la lista del PP al Congreso por Madrid en las elecciones del 20-N.
«La política marca a veces caminos inesperados»
«A mí en política me gustaría que el día que yo me retire, mis hijos me mirasen con la misma gratitud con la que yo miro a Don Manuel»
Se definió a sí mismo como «el verso suelto» dentro del PP
«Pocas cosas me gustan más en la vida que oír música en las calles»
Quienes lo conocen le reservan epítetos del cariz de concienzudo, metódico, maniático, profesional y muy, muy trabajador. Infatigable, hasta el punto de que en Génova se le compara con Javier Arenas y Alfredo Pérez Rubalcaba en su laboriosidad y desempeño maratonianos. En el lado de las críticas, tampoco han pasado inadvertidas sus eternas aspiraciones a un sillón en la bancada azul como ministro, e incluso, aunque nunca lo ha verbalizado, se barajó su nombre como posible candidato a relevar a Mariano Rajoy como «presidenciable» a Moncloa. Su ambición ha sido uno de los aspectos más comentados durante su travesía en el PP, y su carácter, centrista, reformista, incluso escorado más a la izquierda que las líneas convencionales del partido, le han granjeado la simpatía de unos y los recelos de otros.
Lo cierto es que tras sufrir en 2004 la primera derrota política ante Esperanza Aguirre, cuando trató de colocar a su «sancho» particular, Manuel Cobo, al frente de la dirección del PP madrileño, y a la postre en 2008 cuando bosquejó incluso apartarse de la política al ser excluido de la lista del PP a las generales, ha tratado de limar asperezas con sus correligionarios y dejar de ser el rostro del encono en el partido. Parece que ese temple más reservado y moderado ha sido bien acogido en la dirección de Mariano Rajoy, que le ha colocado en un puesto en las listas que le hacía especial ilusión, el número 4, allá donde figuró también su padre José María Ruiz Gallardón en las elecciones a las Cortes de 1977, por el partido Alianza Popular.
Animal político
Gallardón es uno de esos políticos de vocación, animal pleno en estas lides como lo ha sido durante seis décadas su maestro y referente Manuel Fraga. Como tal, puede ver en estas elecciones generales su gran oportunidad de conquistar el sueño de ser elegido diputado -con toda seguridad, dados los pronósticos demoscópicos que bendicen «a priori» al Partido Popular- y quién sabe si contar con el favor total de Rajoy para dejar la Alcaldía y formar parte del Ejecutivo central, en calidad de ministro.
Licenciado en Derecho por la Universidad San Pablo CEU de Madrid, ingresó por oposición en la carrera fiscal y pidió una excedencia voluntaria de la Audiencia Provincial de Málaga para trabajar en la asesoría jurídica de AP junto a su padre, tras afiliarse al partido de Fraga a los 18 años. Así que lleva toda la vida metido en política, liderando proyectos estrella como la candidatura olímpica para Madrid, un anhelo que debería dejar en manos de otros en caso de abandonar el Consistorio. Y en esa trayectoria no hay que olvidar el apoyo incondicional del veterano fundador de AP, a raíz de la amistad trabada entre Fraga y José María Ruiz Gallardón en la fundación de AP. Fraga siempre ha saludado que su ahijado político medre y ha respaldado al otrora notorio «verso suelto» del PP en cada uno de sus rifirrafes con la formación que sigue presidiendo honoríficamente el gallego.
La amistad a prueba de bombas y ese proyecto compartido entre el «león de Villalba» y José María resistió al salto generacional de 36 años con el hijo aplicado del segundo. Fraga y Alberto Ruiz-Gallardón son uña y carne, lo han demostrado en las duras y en las maduras. El primero salió al paso del conflicto creado con las filas populares en el peor momento del alcalde, cuando a punto estuvo de dejar la política y le dio su palabra al gallego de que no lo haría, según contó Fraga en una entrevista concedida a ABC. No fue la única ocasión en la que el oriundo lucense sacó la cara por su querido «protegido». En 2006, fue determinante cuando el alcalde «díscolo» pareció salirse de la postura del partido acerca del matrimonio homosexual y anunció que oficiaría bodas entre personas del mismo sexo. Fraga dijo entonces que Gallardón «se limitaba a cumplir con la legalidad vigente».
Lo mismo ocurre cuando a Gallardón se le achaca su sintonía con personalidades de la cultura abiertamente de izquierdas o se le reprocha su abierta amistad con dirigentes socialistas. «Es lo mejor que tiene el partido», defendió nuevamente Fraga cuando Rajoy incluyó al abogado melómano en el comité orgánico del PP en la primavera de 2008.
Corresponde al gallego también quizá la mejor definición del temperamento de este hombre que ha llegado a ser, en cuantiosas encuestas, el político más valorado del momento. Fraga define al primer edil de la capital como «un hombre típicamente reformista». Parece que el avezado político, en su retiro a los 89 años, puede ver cómo ha llegado el tiempo para Alberto Ruiz-Gallardón.