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LIBROS

«Una noche en el paraíso», Lucia Berlin y su corte de fieles «berlineses»

Ama de casa, madre, superviviente y gran escritora. Así es esta autora rescatada del olvido y consagrada póstumamente

Lucia Berlin falleció alas 68 años sin saborear su éxito literario
Rodrigo Fresán

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Está más que claro que cuando en Alemania Occidental Kennedy dijo eso de «Soy berlinés», no se estaba presentando como un fan de Lucia Berlin. Pero sí es posible que de aquí a un tiempo se cambie la historia para reconvertir al entonces presidente norteamericano en un apasionado de ese «boom» crítico-comercial sin fronteras que fue «Manual para mujeres de la limpieza» y resucitó a Berlin (Alaska, 1936-California, 2004). Con igual desenfreno, esta segunda antología póstuma llega fajada con un tanto excesivas frases del tipo «Creo que nunca he leído a una mujer más inteligente, sensible, tierna y valiente que Lucia Berlin ».

¿Es tan así? Es posible, si uno se olvida (ocupándonos nada más que del idioma en el que escribió Berlin) de mujeres como las hermanas Brontë o George Eliot o Virginia Woolf o Iris Murdoch o Penelope Fitzgerald o Joan Didion o Anne Tyler o Lorrie Moore o la tan invocada Alice Munro , quien hasta la llegada de Berlin era la más inteligente, sensible tierna y valiente y la mejor escritora de la que hayas oído hablar nunca (por no concentrarnos tan solo en consagradas «Made in USA» como Flannery O’Connor , Carson McCullers, Ann Beattie, A. M. Homes, Deborah Eisenberg, Edith Pearlman, Amy Hempel o recién llegadas como Lauren Groff y Catherine Lacey y Ottessa Moshfegh y Clare Vaye Watkins y Jamie Quatro). Pero más que de acuerdo: «Manual...» es un gran libro, un demorado acto de justicia, y si todos los fenómenos editoriales internacionales fuesen así seguro que viviríamos en un mundo mucho mejor.

El fenómeno Berlin se suma a la necesidad de nuevas heroínas de la clase trabajadora

Ahora, tras su estela, llega «Una noche en el paraíso». Inferior a su antecesor no sólo porque el entusiasmo de la «novedad» ya no es posible sino porque aquel contenía lo mejor de lo mejor. Y ya ha sido asimilada la leyenda: autora «nómade», vida turbulenta, alcohol y cigarrillos y escoliosis múltiple, divorcios varios y -detalle clave- el rescate de esas reproducidas una y otra vez fotos de juventud en las que aparece como una cruza de Doris Day con chica bohemia del Greenwich Village y, sí, amante de JFK. Sumarle a lo anterior su fuerte carga autobiográfica en sincro con la moda de la auto-ficción y la necesidad de nuevas heroínas verdaderas de la clase trabajadora. Producto perfecto a la vez que noble. No abundan.

Ruido y euforia

Pero el exaltado prólogo de «Una noche en el paraíso» a cargo del también fallecido hijo Mark Berlin (sustituyendo al mucho más preciso y revelador y útil de Lydia Davis en «Manual...») son pasos más bien apresurados en dirección de la fan-mitomanía por la «póster-girl» que hacia una renovada certificación de un talento a la altura o tal vez por encima del de Raymond Carver a la hora de contar gloriosas. En resumidas cuentas y cuentos y por encima de tanto ruido y euforia: «Una noche en el paraíso» reúne logradas páginas de circunstancia, bosquejos muy inspirados y más de un relato perfecto . Lo que contribuye una vez más a ser berlinés sin por eso sentirse en la obligación de renunciar a la visita a tantas otras ciudadanas más que dignas y muy merecedoras de conocerse o de reconocerse.

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