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El golpeo de la paciencia
Natalia Escuriola progresa hacia las primeras espadas del golf femenino español
Cuenta el golf femenino español con figuras como Carlota Ciganda, Azahara Muñoz o Beatriz Recari. Abanderadas del deporte de la paciencia, de la precisión, del golpe milimétrico a la bola. Son la punta de lanza de una buena generación. Pero la que le sigue, cuanto menos, subraya la buena salud de esta disciplina entre las féminas. Se aproxima al escalón profesional, que como poco es un sueño al que aspira y para el que tiene serios argumentos para lograrlo, Natalia Escuriola Martínez (Castellón, 1/8/1994), que figura en el ránking mundial amateur absoluto en la posición 21 –la segunda española por detrás de la malagueña Noemí Jiménez (18)–, la séptima en el circuito europeo y segunda en la clasificación nacional.
Escuriola, tímida pero sonriente en la distancia corta, se siente cómoda con el discurrir de una conversación sobre golf. ¿Por qué? La respuesta lo dice todo: «Para mí es mi vida. He nacido para jugar a golf. Creo que no haría otra cosa bien». Y no es cuestión de palabras o ensoñaciones, sino de hechos constatables. Natalia fue una de las principales piezas de la victoria de la selección española que ganó el oro en el campeonato de Europa absoluto femenino celebrado en Inglaterra en 2013. La castellonense, la malagueña Noemí Jiménez, las madrileñas Patricia Sanz y Marta Sanz, la mallorquina Luna Sobrón y la barcelonesa Camila Hedberg, doblegaron a Austria (5-2).
La joven jugadora defiende que el golf femenino nacional está «a buen nivel. Somos unas cuantas jugadoras que estamos normalmente arriba. Hay una buena generación de chicas que lograrán llegar alto», al tiempo que destaca las figuras de Ciganda, Muñoz o Recari, entre otras.
El golf le pasa a Natalia por las venas porque en su casa se cumple aquello de que «de casta le viene al galgo». Su padre viene practicando desde siempre y desde bien pequeña ella comenzó a juguetear por el «green». Con seis años tomó las primeras clases de golf y por entonces ya jugó campeonatos zonales de uno, dos o tres hoyos. Campeonó en categoría benjamín y alevín. «Con ocho o nueve años me llamó la Federación española para hacer una concentración de niños pequeños. Entonces conocí cómo funcionaba todo y a los deportistas que estaban en la Blume. Me gustó mucho y poco a poco fui aprendiendo y teniendo claro que era lo que me gustaba».
Profesionalización
La castellonense ingresó en la Blume con catorce años. «Aquello ya era otra mundo. Tienes físico todos los días, está todo programado, todo muy bien regulado, con un horario cuadrado con las clases... Estuve tres años. Salí en 2012», cuenta Natalia, quien tuvo que decidirse luego entre marcharse a Estados Unidos o seguir en España. Se quedó en casa, pues entiende que puede progresar igualmente y gozar de oportunidades para jugar el European Tour.
Caminar hacia la profesionalidad en el golf, como en todos los deportes, requiere trabajo, entrenamientos, dedicación, pero también paciencia. ¿La gran virtud del golfista? «Es básico. Yo necesitaría más paciencia, probablemente tener más me quitaría unos cuantos golpes. Quizás también se trabaja con el tiempo. Tenemos sicólogos deportivos para progresar en esto. Preparamos rutinas pregolpes, lo que tienes que pensar antes de golpear, después cuando tienes un fallo, y son muy importantes los diálogos que tiene uno consigo mismo. Hay que tener siempre un pensamiento positivo, pues lo contrario afecta al golpe», explica.
Natalia tiene sueños en esta disciplina. Ambiciosos, claro. Lógico para el deportista que quiere ser una referencia. «Ser profesional. Jugar el LPGA en Estados Unidos. Y estar arriba en el ránking profesional», significa la jugadora de 19 años.
El golf es deporte que puede proyectarse en una carrera larga. A Escuriola, joven pero referente de esta disciplina, ya le ha dado momentos de alegrías, pero también de disgustos. De rozar la victoria a caer varios puestos o de estar alejado de la primera plaza a remontar con brillantez: «Es un golpe, son segundos, es un momento el que te puede separar de ganar un torneo».