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Benlliure, Sorolla y Blasco Ibáñez, una amistad a tres bandas
Tenían prácticamente la misma edad, el mismo lugar de origen y muchas anécdotas compartidas. A Mariano Benlliure, Joaquin Sorolla y Vicente Blasco Ibáñez –escultor, pintor y escritor respectivamente– les unía un sentimiento de fraternidad que todavía no había sido plasmado en un proyecto expositivo. Valga como prueba de esta unión la respuesta que ofreció Sorolla a Alfonso XIII cuando el monarca, durante una de las sesiones de posado a las que tuvo que asistir para la realización de un retrato, preguntó capciosamente por su relación con el autor de «Cañas y barro» –enfrentado a él en ese momento debido a su tendencia política republicana–. Sorolla, lejos de distanciarse, zanjó el asunto aclarando al Rey que «no es que Blasco sea mi amigo, es que es como mi hermano». Si la amistad del pintor y el escritor se prolongó toda su vida, también la de Blasco Ibáñez con Benlliure fue especial. Los hermanos Benlliure le acogieron como a uno más de la familia cuando Blasco tuvo que exiliarse a Italia.
Esta relación a tres bandas es el hilo conductor de la muestra que desde hoy hasta el mes de marzo podrá visitarse en la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de Valencia. En ella se reunirán fotografías, objetos, diarios de época, ediciones originales de novelas y hasta 70 lienzos, bustos, pebeteros y fundiciones, firmadas por los protagonistas pero también por otros coetáneos, como Ignacio Pinazo, Joaquín Michavila y José Luis Seca. Según adelantó ayer el Ayuntamiento, de Sorolla se incluyen, entre otros, los lienzos «Mi familia» (1901) y «Mi jardín» (1917). La Fundación de Estudios Blasco Ibáñez y la Casa Museo Benlliure son los principales prestadores de la exposición, titulada «BSB. Tres amigos valencianos».
Entre los homenajes recíprocos dedicados entre ellos, cada uno desde su respectivo ámbito artístico e intelectual, destacan los dos retratos que Sorolla realizó a Blasco Ibáñez (uno de ellos perteneciente Hispanic Society) y el Sarcófago que Benlliure realizó para su amigo novelista (y que sin embargo no alberga todavía sus restos). En este capítulo podríamos incluir a título anecdótico la novela «La maja desnuda» (1906), que cuenta la historia de Mariano Romerales, un pintor de éxito casado que se enamora de una condesa que despierta sus pasiones más carnales. Al parecer, el argumento hizo sospechar a Clotilde, la mujer de Sorolla, que «montó un cirio» pensando que el protagonista estaba inspirado en su marido. Para arreglar el entuerto, Blasco tuvo que hablar con ella y confesar que en realidad la novela era autobiográfica (por aquel entonces el escritor, casado también, se había enamorado de Elena Ortúzar).
Desde el punto de vista historiográfico, resulta interesante también la inclusión de correspondencia inédita entre los tres. A través de este tipo de documentos se sabe, por ejemplo, que Sorolla llegó a aconsejar a Blasco Ibáñez que dejara la política y se dedicara a escribir.