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Dominio del tenis en silla
Lola Ochoa, con tres Juegos Paralímpicos en su haber, abre la puerta de su pista vital que es ejemplo de esfuerzo y pasión
Golpeos certeros a cada bola empuñando con maestría la raqueta y con un dominio diligente de su silla de ruedas. A fuerza de trabajo, de entrenamientos, de querer superarse y ser cada vez mejor, que es cuestión clave del deportista veraz, de abrazar cada día con la intención de exprimirlo, de progresar con pasión, de desarrollar una carrera desde la nada, desde el momento de quedarse en una silla de ruedas con catorce años tras un accidente que le provocó una paraplejía, Lola Ochoa Ribes (Valencia, 4/10/1978) se hizo y es referencia nacional del tenis en silla y se enorgullece de haber participado en tres Juegos Paralímpicos.
Lo del tenis ya le venía de antes. Sus tíos practicaban a nivel aficionado y ella entonces ya se enamoraba de esta disciplina cuando comenzaba a levantar la raqueta los fines de semana. Y llegó el capítulo del accidente. «Nada más salir del hospital empecé a buscar algo para hacer deporte. Estamos hablando de hace veinte años. No era como ahora. Si ahora se conoce poco, en ese momento menos. Me puse a buscar y me topé con la Federación de Deportes Adaptados de Valencia. Empecé a jugar. Luego me enteré que había más gente en España practicando y que había campeonatos», recuerda la tenista valenciana.
Reconoce que los inicios «fueron complicados» y en aquellos momentos el mundo del tenis en silla estaba alejado de muchos de los actuales avances. Hoy tiene silla de competición. Entonces debía jugar con su silla de calle, que era más rígida, más pesada, menos manejable, más próxima a la caída. «Ojalá empezara a ahora a jugar al tenis con las oportunidades que hay respecto a mis comienzos. Recuerdo el estar buscando en las páginas amarillas para ver si existía, dónde podía jugar, instalaciones adaptadas,...», significa, al tiempo que concreta que «se ha avanzado, aunque también es verdad que falta mucho. Hay mucha diferencia todavía con países como Holanda o Estados Unidos o Japón».
Lola Ochoa también advierte cambios a nivel social. Del ser cuestionada con un «¿qué juegas a qué?» a haber progresado todo y que, por ejemplo, «los niños vean hoy por hoy una entrenamiento y lo hagan con absoluta normalidad. Y esos niños, el día de mañana, ya mayores, verán mi deporte adaptado, como otros, con naturalidad. Cuanta más gente con discapacidad haga deporte, cuantas más personas se vean,... más fácil se naturalizará», dice y anhela la valenciana.
Para ella el tenis ha significado todo para su propia narración de vida. «Me ha aportado muchísimo. He hecho muchísimas cosas. He viajado por países que no hubiese viajado en mi vida. He conocido a gente de muchos lugares. He vivido experiencias, mejores o peores, que cualquier otra persona no las suele vivir. Y luego está el sacrificio, la constancia, el marcarte unos objetivos, el querer hacer más y mejor, el mejorar como persona», explica.
Comenzó en su especialidad a los 16 años, pero no fue casi hasta los 23 cuando germinó con fuerza. Clave fue que para Atenas 2004 cambiase la normativa para poder acceder. En lugar de clasificación por países, pasó a ser por ránking. Antes lo tenía muy complicado, pues no había más mujeres en España. De hecho, Lola competía con hombres. La posibilidad de ir a unos Juegos multiplicó sus ganas e invirtió tiempo y dinero para prepararse. Por el camino encontró el apoyo de PlusUltra.
Del tenis en silla no se vive. Lola hizo la carrera de Administración y Dirección de Empresas (ADE). Y trabaja en una oficina del SabadellCAM, donde asegura que siempre ha encontrado flexibilidad. Compaginándolo todo. Con tremendo esfuerzo. Quiso ir a Atenas 2004, y fue. Y lo mismo sucedió con Pekín 2008 –tras estos Juegos se tomó un tiempo de reflexión para regresar con fuerza–. Y luego con Londres 2012. «Unos recuerdos increíbles para cualquier deportista. El poder participar en unos Juegos Paralímpicos es lo máximo», asegura.
Lola sigue con fuerza. Tiene ganas. Pero a sus 35 años cuenta con la experiencia de saber dosificar para congeniar la vida laboral y la deportiva. ¿Tiene ganas de ir a Río? «Me encantaría». Pero por lo pronto prefiere ir torneo a torneo, o mejor, día a día, saboreando la vida.