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La Tercera de Octavio Paz en defensa de Cortés: «No es odio a España es odio a nosotros mismos»

El 28 de diciembre de 1985, día de los Santos Inocentes, el que sería unos años después premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, publicó en la Tercera de ABC su opinión al respecto de este personaje histórico tan controvertido

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Retrato del escritor mexicano Octavio Paz
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No es cierto que el conquistador Hernán Cortés haya sido siempre un proscrito en México, el país resultante de la Nueva España fundada por el extremeño, o en España, donde su figura ha sido recientemente puesta en debate en el Congreso de los Diputados. Al contrario, desde la independencia de esta república los mexicanos balancean entre el odio y el reconocimiento a la hora de valorar al conquistador. Villano o héroe, creador de una civilización o aniquilador de un mundo… Mito o personaje histórico.

El 28 de diciembre de 1985, día de los Santos Inocentes, el que sería unos años después premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, publicó en la Tercera de ABC su opinión al respecto de este personaje histórico tan controvertido para su país bajo el título 'Hernán Cortés: Exorcismo o Liberación'.

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Recuperamos en ABC Archivo el contenido íntegro de este artículo, buen recuerdo de que por las páginas del diario madrileño han pasado algunos de los mejores escritores del siglo XX. Un texto que se enmarcó en el especial dedicado por el diario al V centenario del nacimiento en Medellín (Badajoz) de Hernán Cortes, «uno de los mayores hombres de Estado de la Historia Universal, además de un gran conquistador», lo que incluyó artículos de Manuel Alvar, José Mana de Areilza, Manuel Ballesteros Gaibrois, Juan Batista González, Miguel de León Portilla Torcuata Luca de Tena, Julián Manas, Alberto Navarro González, Demetrio Ramos y Silvio Zabala.

La aportación del máximo representante de la literatura mexicana, Octavio Paz, decía así:

'Hernán Cortés: Exorcismo o Liberación'

La figura de Hernán Cortés ha provocado siempre los sentimientos y los juicios más contradictorios. Desde sus contemporáneos Bernal Díaz del Castillo y Francisco López de Gomara hasta los historiadores y biógrafos que los han sucedido durante cuatro siglos, nadie ha escapado a una fascinación que va de la idolatría al aborrecimiento El hombre no fue menos complejo y diverso que los juicios que ha suscitado Su juventud fue una novela de aventuras, a ratos heroicas y otras picarescas. La Conquista de México evoca las empresas de Cesar en las Galias o de Babur en el Indostán, el parecido se acentúa porque, como ellos, Cortés fue un escritor notable y sus Cartas de Relación soportan la comparación con los Comentarios de la guerra de las Galias o con las Memorias del conquistador de la India. Su voracidad sexual le pareció a Prescott, que lo admiraba, la de un semental. La crueldad y la perfidia de algunos de sus hechos -la matanza de Cholula, la ejecución de Cuauhtémoc- traen a la memoria los actos de esos príncipes brillantes y sin escrúpulos del Renacimiento, un César Borgia o un Malatesta. La ingratitud y los desaires que sufrió al regresar a España habrían merecido un soneto de Quevedo (nunca lo escribió, el que dedicó algunos inolvidables a Escipión y al duque de Osuna). Los amores de Cortés y doña Marina recuerdan otros en los que la ambición política se mezcla a la pasión erótica como los de Marco Antonio y Cleopatra.

«El sitio de Tenochtitlán y el heroísmo de sitiadores y sitiados tienen una grandeza más épica que histórica es Troya»

La historia de Cortés es un fragmento, pero un fragmento central de la historia de la Edad Moderna. También, a veces parece una epopeya fantástica. El sitio de Tenochtitlán y el heroísmo de sitiadores y sitiados tienen una grandeza más épica que histórica es Troya. Al mismo tiempo, la significación filosófica de ese hecho -el choque de dos civilizaciones- hace pensar no en Homero, sino en Gibbon o en Hegel Cortés ante Moctezuma es Alejandro ante Darío. Su diplomacia y sagacidad al unir a las naciones indias en una batalla contra el opresor Estado azteca parecen inspiradas en las máximas de Maquiavelo, al que nunca leyó. Sin embargo, Cortés es una figura renacentista sólo por un costado, por el otro es medieval fue siempre un vasallo leal. También fue un creyente fervoroso y esto lo distingue de otros grandes capitanes incrédulos como Condé y Bonaparte. Guerrero, político, diplomático, aventurero ávido de riquezas y mujeres, católico devoto, Cortés fue también un descubridor de tierras y un fundador de ciudades Fue un hombre extraordinario, un héroe en el antiguo sentido de la palabra. No es fácil amarlo, pero es imposible no admirarlo.

La figura histórica de Cortés despierta y soporta los juicios más diversos y las comparaciones más osadas, pero ¿su mito? Porque Cortés es un mito. A diferencia de los personajes históricos, que son complejos y ambiguos como la realidad misma, los mitos son simples y unívocos. De ahí que las pasiones que convocan sean directas, fervientes y no pocas veces feroces. El mito de Cortés es un mito mexicano y es un mito negro, negativo. Por lo primero, es casi incomprensible para los extranjeros, por lo segundo, se asemeja a una herida enconada. Cortés es el emblema de la Conquista no como un fenómeno histórico que al enfrentar a dos mundos, los unió sino como la imagen de una penetración violenta y de una usurpación astuta y bárbara. Con la Conquista -rapacidad, doblez, crueldad- comienzan la opresión y la injusticia. En la peculiar lógica del mito, hecha de oposiciones simétricas, la Conquista simboliza el comienzo de la dominación y la Independencia el principio de la libertad. Así, la función del mito de Cortés es ideológica, mejor dicho, es una pieza maestra en un teatro historicomitológico.

Octavio Paz felicita a Luis Rosales por haber obtenido el Premio Cervantes.+ info
Octavio Paz felicita a Luis Rosales por haber obtenido el Premio Cervantes.

En sus orígenes el mito de Cortés fue inglés, francés y holandés, de modo que pertenece al periodo de la expansión europea y a la gran querella ideológica entre los imperios. Al comenzar el siglo XIX los ideólogos mexicanos lo reelaboran y lo insertaron en la historia de México. Primero fue un arma en la lucha por la Independencia y después, en el siglo XIX, sirvió como ariete en la tarea de demolición del viejo orden católico conservador heredado de España. Por una curiosa transposición ideológica, se vio a la Independencia no como el comienzo de la nueva nación mexicana, sino como el regreso a una situación anterior a la Conquista México había recobrado la autonomía que le habían arrebatado Cortés y sus soldados Cuauhtémoc se habría asombrado al encontrar aliados y defensores en los herederos de Cortés. Herederos no tanto por la sangre, aunque los ideólogos eran criollos y mestizos, como por la cultura después de todo las ideas de la Enciclopedia y del liberalismo pertenecen a la misma tradición occidental que el catolicismo de Cortés y de los misioneros.

Durante el siglo XX el mito de Cortés se afianzó. El indigenismo y el descubrimiento de nuestro pasado prehispánico -dos hechos de signo positivo- contribuyeron a fortificarlo. Otra confirmación de la creencia tradicional el bien trae siempre consigo algún mal. No es extraño así aunque sea lamentable, que sobre los muros de un edificio oficial Diego Rivera haya pintado un Cortés disforme e invalido. Es una obra que no lo enaltece ni moral ni artísticamente una caricatura mezquina que revela una admiración que se avergüenza de sí misma y que se manifiesta como rencor. Pero la naturaleza contradictoria y esencialmente negativa del mito no aparece en la pintura de Diego Rivera, sino en una composición, también mural, de José Clemente Orozco en el antiguo colegio de San Ildefonso. Este noble edificio, uno de los más hermosos de la Ciudad de México es de comienzos del siglo XVIII y perteneció a la Compañía de Jesús. Haber decorado esos muros con los frescos expresionistas de Orozco fue una incongruencia estética. Agrego que es una incongruencia estimulante, quiero decir es una lección de historia viva. El mural de Orozco es de 1926 y representa a Cortés y a doña Marina (La Malinche), desnudos, las manos entrelazadas y en una suerte de quietud a un tiempo poderosa y pacífica. Son el Adán y el Eva de México los fundadores. Pero la composición de Orozco es trágica a los pies de los amantes hay el cadáver de un indio. El símbolo del origen es también un símbolo de violencia la sexualidad no es inocente, sino criminal, y la historia no comienza con la unión del Adán español y la Eva india, sino con la muerte y el asesinato. La impresionante pintura de Orozco posee una grandeza sombría. Pintó el enigma del origen. Un enigma trágico.

«El mito nos presenta un conflicto sin desenlace se combate sin cesar a sí mismo sin lograr nunca ni una victoria ni una derrota definitiva. Es el emblema de la contradicción. Por eso es un mito estéril»

He llamado trágico a la composición de Orozco porque la esencia de la tragedia consiste en presentar oposiciones que son irreductibles, salvo por la aniquilación de uno de los términos. En el caso del mito de Cortés, la aniquilación de uno de ellos, simbolizado por el indio muerto, no resuelve el conflicto, sino que lo aviva y agrava. La aniquilación del otro término, simbolizado por Cortés, ha consistido en su transformación en un mito negro el Padre se convierte en Violador, el Fundador en Usurpador, el Vencedor en Asesino. Pero la conversión de la figura histórica de Cortés en demonio tampoco pone fin al conflicto. El mito, según se ve en la pintura de Orozco, está desgarrado por una contradicción insoluble su lecho nupcial es el cuerpo de su víctima. El mito nos presenta un conflicto sin desenlace se combate sin cesar a sí mismo sin lograr nunca ni una victoria ni una derrota definitiva. Es el emblema de la contradicción. Por eso es un mito estéril.

Octavio Paz conversa con Dámaso Alonso.+ info
Octavio Paz conversa con Dámaso Alonso.

El carácter ideológico del mito de Cortés es evidente fue el arma de combate de un partido. Pero esas luchas pertenecen al pasado, hoy el mito pelea contra fantasmas. Aparte de su irrealidad el mito es nocivo porque, en lugar de unir divide a las conciencias. Su función es exactamente contraria a la del Cid, que fue un mito fundado en un personaje histórico no menos, sino más dudoso que Cortés. Pero en tanto que el Cid unió a los españoles, Cortés divide a los mexicanos, envenena las almas y alimenta rencores anacrónicos y absurdos. El odio a Cortés no es odio a España es odio a nosotros mismos. El mito nos impide vernos en nuestro pasado y, sobre todo, impide la reconciliación de México con su otra mitad. El mito nació de la ideología y sólo la crítica de la ideología podrá disiparlo. Cortés debe ser restituido al sitio a que pertenece, con toda su grandeza y todos sus defectos a la historia. Apenas Cortés deje de ser un mito ahistórico y se convierta en lo que es realmente un personaje histórico, los mexicanos podrán verse a sí mismos con una mirada más clara, generosa y serena. Esta tarea de crítica equivale a una cura moral y debe ser emprendida por aquellos que son los herederos directos de los creadores del mito los intelectuales y la actual clase gobernante de México. De ahí que la crítica que propongo tenga que comenzar por ser una verdadera autocrítica.»

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