Ahora que «la Tigresa» está en Nanclares habría que preguntar nuevamente a Rubalcaba por los presos etarras de esa prisión. Tengo la certeza de que este político es capaz de repetir aquello de que allí no hay etarras. ¿Y asesinos? En mi confianza en la desfachatez ilimitada del ministro, estoy segura de que también está perfectamente dotado para encontrar otra denominación incluso para una de las mayores asesinas de la historia de España como es Idoia López Riaño. No hay que olvidar que fue Rubalcaba quien cedió al chantaje de De Juana, lo sacó de la cárcel y lo envió a casa y aún tuvo el desparpajo de decir que era una decisión «justa, humanitaria, firme e inteligente».
Claro que entonces negociaba con ETA y ahora, dice, pretende acabar con ella. Suponiendo que esto último sea verdad, hay dos posibles finales de ETA. A través de la realización de la justicia o a través de la tomadura de pelo de los asesinos a sus víctimas y a toda la sociedad. Y lo de Nanclares se parece cada vez más a esto último. A una simulación etarra desplegada con la colaboración del ministro que tiene como fin eludir unos cuantos años de cárcel. O, lo que es lo mismo, dejar sin justicia a una buena parte de los asesinados.
Ya es grave que no nos conste el supuesto arrepentimiento de estos etarras. El colmo es que tampoco les conste a sus víctimas y eso parece a tenor de algunas declaraciones que ya conocemos. Es insólito que la autora probada de 23 crímenes como es López Riaño vaya a recibir beneficios penitenciarios sin que haya pedido perdón públicamente a los españoles. Y sin que tampoco nos conste cuándo y cómo va a comenzar a resarcir económicamente a sus víctimas.
Lo siguiente será encontrarla en Belfast junto a De Juana Chaos. Y lo siguiente, verla dando conferencias sobre el «conflicto» con otros criminales como ella.