Columnas

cubierto-111

Columnas

¿Militares o ingenieros industriales?

Defensa invita a los jóvenes a ingresar en las Academias Militares para titularse en Ingeniería Industrial

Día 23/07/2010 - 04.13h
Las virtudes taumatúrgicas del «proyecto Zapatero» han convertido a las Academias Militares en Escuelas de Ingeniería Industrial. Un descabellado anuncio del Ministerio de Defensa invita estos días a los jóvenes a ingresar en las Academias Militares para obtener «un título de Grado Universitario en Ingeniería Industrial». En el caso de las Academias de los Ejércitos de Tierra y de Aire el Grado será de «Ingeniería de Organización Industrial»; en el caso de la Armada, «Ingeniería Industrial, rama Mecánica».
Según este nuevo diseño de la carrera militar, los estudios militares quedan imperativamente asociados a los de ingeniería industrial. Un joven con vocación militar o de marino tendrá forzosamente que hacerse ingeniero industrial. Y a partir de ahora una de las vías de cualquier joven para hacerse ingeniero industrial podrá ser ingresando en una de las academias militares. ¿Y si la vocación de ese joven es pura y sencillamente la de militar, la de marino o la de piloto del Ejército del Aire? ¿No tienen identidad propia estas vocaciones? ¿No puede la vocación de la milicia estar más asociada con preocupaciones de carácter humanístico o de otras ramas del saber? La pregunta que resulta ineludible es: ¿por qué todos los militares españoles tienen que ser a partir de ahora por mandato imperativo ingenieros industriales?
El plan de formación de las Academias sufrirá una mutación colosal, de porvenir y resultados cuanto menos inciertos. Tendrá que integrar los 240 créditos que comprenden los exigentes estudios de Grado de ingeniería industrial (que en las escuelas civiles se desarrollan en cuatro años) con la compleja formación militar de carácter específico que los oficiales de unas Fuerzas Armadas modernas necesitan para estar a la altura de los tiempos. Y todo ello tendrán que hacerlo en los cinco cursos académicos en los que se forman a los futuros oficiales de nuestros Ejércitos.
¿Cuánto tiempo quedará a los jóvenes cadetes para adquirir la formación integral (humanística y técnica) que resulta imprescindible para comprender el mundo en el que van a ejercer su alta misión? ¿Qué parte de su formación podrán dedicar a adquirir las destrezas propiamente militares, de creciente complejidad, que son necesarias para llegar a ser un buen piloto, marino u oficial del Ejército de Tierra? ¿No quedarán sacrificados elementos esenciales para la formación de un buen militar?
Pero no es éste sólo el problema. El verdadero problema de fondo es que con este nuevo modelo se camina hacia una desnaturalización o, (si se me permite decirlo así) una «deconstrucción» de las Academias Militares de España. La malhadada ley de carrera militar de 2007 lo implantó de manera irresponsable. Me tocó participar en las tareas parlamentarias de la elaboración de este capítulo de la ley. Y en las conversaciones con los responsables del Ministerio de Defensa intenté convencerlos que era un camino equivocado. Pronto me dí cuenta de que mis argumentos caían en terreno baldío. Al precio que fuera querían transformar la naturaleza de nuestras Academias Militares.
Para hacer atractiva la carrera militar —que era la justificación del nuevo modelo— era necesario emprender otras vías: unas expectativas profesionales atrayentes, mejores retribuciones, mayor respaldo de la sociedad a la dignidad profesional del militar…y una formación integral, con rango universitario sí, abierto a la posibilidad de equivalencias y convalidaciones con otras carreras universitarias civiles, que facilitara al militar el acceso voluntario a otros estudios. A tal finalidad deberían orientarse adecuados convenios de colaboración con las Universidades, como ya venían funcionando de manera fecunda. Pero había que partir de una premisa fundamental: el alto componente vocacional de la carrera militar, que nunca se debería desnaturalizar.
Con el nuevo modelo se pretende forjar un nuevo híbrido «mitad ingeniero, mitad soldado». Confieso que no soy partidario de los híbridos. Porque en muchas ocasiones el resultado es: ni lo uno ni lo otro. Y me temo que los riesgos de que eso suceda no son desdeñables. ¿O acaso éste era el propósito de la reforma?
Búsquedas relacionadas
  • Compartir
  • mas
  • Imprimir
publicidad

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.