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Menos té para el PP

La tarea de Rajoy es compactar su partido, niquelarlo y ponerle un motor de ideas útil para este inicio de siglo

Día 13/07/2010
HAY quien querría un PP más sionista que el sionismo, hiperagresivo ante la recesión, más papista que el Papa y más proamericano que el tío Sam. Entre quienes gustarían de un PP así, sin duda está Zapatero. En los Estados Unidos, la idiosincracia política de Obama ha radicalizado tanto las bases más conservadoras del Partido Republicano como la derecha mediática que representan Rush Limbaugh o Glenn Beck, hasta el punto de estar pensando en lanzar el liderato de Sarah Palin, según se debate en los «Tea Parties» que remedan el origen de la rebelión norteamericana. Estaríamos ahora en la gestación de una derecha «freakie». Incluso quienes en el Partido Republicano vieron en el «Tea Party» un fermento de renovación ahora sospechan que puede ser un factor que radicalice y que acabe beneficiando la reelección de Obama. Incluso a John McCain le han echado del «Tea Party».
En algún momento se le notan a sectores insatisfechos del PP la envidia por el apogeo del «Tea Party». Pero, por lo general, en el PP se acata la dirección de Mariano Rajoy o se contiene el aliento hasta que, en su caso, llegue la hora de ocupar el poder. De modo que dividiríamos al PP en un eje marianista de dimensión no siempre precisa, el magma central en expectativa y los más que sedientos de té.
En los Estados Unidos, la crítica a los «Tea parties» no sólo procede de la izquierda. Michael Gerson, ahora columnista del «Washington Post» y antes escritor de discursos de George W. Bush, advierte a los republicanos que, aunque con buenas perspectivas para la próxima elección legislativa, pueden cometer errores que les debiliten. Radicalizarse ahora significa generar «percepciones duraderas y destructivas del Partido Republicano que llevaría décadas rectificar». Como dice Gerson, un partido que se queda intimidado y en silencio frente a sus extremos acaba siendo definido por ellos.
En el caso del PP, no se trata de abundar en la tesis atribuida al sociólogo Pedro Arriola, en el sentido de que sólo hay que esperar a que Zapatero se hunda: al contrario, de aquí a la convocatoria de elecciones generales la tarea de Rajoy es compactar su partido, niquelarlo y ponerle un motor de ideas útil para este inicio de siglo y para dar esperanza razonable a una ciudadanía cada vez más desengañada con el zapaterismo. La ciudadanía que va decidiendo no votar a Zapatero espera ser convencida por la agenda política de Rajoy. Sería contraproducente dar a entender que el centro-derecha no tiene una identidad proyectada hacia el futuro.
No le hace falta al PP un implante de memoria para saber que, en su condición fusionista de centro-derecha, el centrismo reformista canalizaría más votos nuevos que su reafirmación en la derecha estricta, fundamental a su vez para alentar a sus votantes más fieles. Al PP le fue bien cuando, dicho esquemáticamente, sumó votos de AP y bastantes de los que procedían de UCD y que se habían ido al felipismo. A pesar de los rasgos propios de este 2010, también el zapaterismo está perdiendo votos por el centro. Cuidado con el té. Por suerte, estamos en época de tinto con sifón.
www.valentipuig.com
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